El Reino Milenario De Cristo
Y El Sábado Para El Cristiano
INDICE
El Evangelio Eterno
El Sábado Para El Cristiano
Capítulo I
“Vi volar por en medio del
cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los
moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo” —
Apocalipsis 14:6
LA PALABRA EVANGELIO significa buenas nuevas.
El ángel que anunció el nacimiento de Jesús a los pastores dijo, “No
temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo
el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador,
que es Cristo el Señor.” (Lucas 2:10, 11) Este ángel, al igual que el
ángel de nuestro texto arriba, declara que las buenas nuevas son para
todo pueblo.
El Apóstol Pablo nos informa que el Evangelio
fue predicado de antemano a Abrahán, cuando recibió la promesa de que
por medio de su simiente todas las familias de la tierra serían
bendecidas. (Gen. 12:3; 22:18) Pablo explica que la “simiente”
mencionada en la promesa a Abrahán fue en realidad Cristo. (Gal. 3:8,
16) Así que vemos que hubo una garantía de bendiciones para toda la
humanidad en la declaración original del Evangelio hecha a Abrahán.
Cuando vino la Simiente, y su nacimiento fue anunciado por el ángel,
las buenas nuevas no fueron restringidas de ninguna manera — todavía
fueron “buenas nuevas” a “todo pueblo.”
Pablo provee aun más información vital
tocante al plan de salvación de Dios que la Biblia describe con el uso
de la palabra Evangelio. Él escribió, “Porque todos los que habéis sido
bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Y añade, “Y si
vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y
herederos según la promesa.” (Gal. 3:27, 29) Hay testimonio bíblico muy
abundante asegurándonos que los seguidores fieles del Maestro se
asociarán con él en la gloria de su reino, y en este versículo, Pablo
explica que ellos también son parte de la Simiente prometida de
Abrahán. Esto significa que la iglesia verdadera, con Jesús como su
Cabeza, será el canal de bendición a “todas las familias de la tierra.”
Un rasgo esencial del plan de Dios es la obra
redentora de Jesús por medio de la Simiente que bendecirá todas las
naciones. Fue necesario que Jesús muriera como el Redentor del hombre,
si no, las bendiciones prometidas de vida no podrían alcanzar a la
humanidad porque todos estaban bajo la condenación de la muerte por
causa de Adán. Puesto que Jesús si murió para redimir al mundo, Pablo
pudo escribir, “Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos
serán vivificados.” — 1 Cor. 15:22
Ya que los seguidores verdaderos de Jesús se
asociarán con él como el canal de bendición para todo el mundo, las
Escrituras revelan que la obra de bendición no empezará hasta que todos
ellos — es decir, el número predeterminado por Dios — hayan sido
llamados del mundo y se hayan probados dignos. Se dice de ellos que son
“llamados y elegidos y fieles.” Pedro habla de ellos como los que han
hecho firmes su “vocación y elección,” y, por eso, tienen una entrada
abundante en el reino de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. — Apoc.
17:14; 2 Ped. 1:10, 11
Los primeros discípulos, al hacerse
seguidores de Jesús, lo hicieron con la creencia que él fue el Mesías
prometido, el gran rey que vendría para establecer un reino mundial.
(Isa. 9:6, 7) Tuvieron razón, pero fueron equivocados al creer que el
reino predicho se establecería de inmediato. Jesús corrigió este punto
de vista para ellos al relatar una parábola acerca de un hombre noble,
que se fue a un “país lejano” para recibir un reino y volver. (Luc.
19:11, 12) De esto, es claro que Cristo no supuso establecer su reino
hasta que volviera de ese “país lejano”, es decir, el cielo. Esto, por
supuesto, tendría lugar durante su Segundo Advenimiento.
Por eso, debemos esperar un cumplimiento de
las promesas de Dios para bendecir a “todas las familias de la tierra”
por medio de la Simiente de Abrahán solamente después del regreso de
nuestro Señor. Muchos estudiantes de la Biblia han perdido de vista
este hecho, y han adoptado un punto de vista restringido de que no
habrá ninguna oportunidad para aceptar a Cristo y ser bendecido después
de su regreso. En vez de regocijarse en anticipación del cumplimiento
de las promesas de Dios en cuanto a la bendición de las personas bajo
la gobernación del reino de Cristo, algunos han llegado a creer, y
enseñar, que la tierra será un desierto desolado durante los mil años
cuando Cristo y sus santos estén reinando sobre ella.
Examinemos el testimonio del Apóstol Pedro en
cuanto al propósito del regreso de nuestro Señor. Se encuentra en
Hechos 3:19-21. Aquí Pedro nos informa que “vengan de la presencia del
Señor tiempos de refrigerio” — es decir, de Jehová. La expresión,
“presencia del Señor,” traduce las palabras griegas que significan más
literalmente desde el “rostro del Señor”. El pensamiento es idéntico al
que se expresa en Números 6:25, 26, dónde leemos, “Jehová haga
resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová
alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz.”
El pensamiento de Pedro obviamente es que el
regreso de Cristo será una expresión de la buena voluntad de Dios hacia
el mundo, resultando en una experiencia “refrescante”. Luego Pedro
sigue explicando acerca de Dios de que “envié a Jesucristo, que os fue
antes anunciado; a quien de cierto es necesario que el cielo reciba
hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de que habló
Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde tiempo
antiguo.” En vista de este resumen inspirado del testimonio profético
acerca del gran objetivo del Segundo Advenimiento de Cristo, ¿por qué
supondría alguien que él regresaría para destruir la tierra, o
desolarla por mil años?
Pedro menciona, y cita parcialmente, un
ejemplo revelador del testimonio profético en cuanto a este punto:
“Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta
de entre vosotros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas
que os hable.” Luego Pedro añade, “y toda alma que no oiga a aquel
profeta, será desarraigada del pueblo” — Hechos 3:22, 23
Esto es muy revelador. Moisés profetizó a los
“padres” — los de Israel que vivieron contemporáneamente con él — que
el Señor les levantaría a un profeta a quien tendrían la oportunidad de
escuchar y creer; y Pedro explica que esto sería cumplido por Jesús
después de su regreso. Esto prueba que los israelitas de los días de
Moisés serán levantados de entre los muertos y tendrán la oportunidad
de aceptar a Cristo durante el tiempo de su segunda visita a la tierra.
En Romanos 11:25-32, Pablo revela que los
israelitas que rehusaron aceptar a Cristo en su Primer Advenimiento se
les mostrará misericordia después de que “haya entrado la plenitud de
los gentiles.” Esta expresión se refiere a la obra de Dios durante la
edad actual de llamar fuera del mundo a los que se asociarán con Jesús
como la Simiente por la cual serán bendecidas todas las familias de la
tierra. (Gen. 22:18) En Apocalipsis 14:1, estos se representan como los
que están sobre el Monte de Sion con Jesús, y Pablo dice que, “vendrá
de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad.”
En el versículo 32, Pablo explica que Dios
sujetó a los israelitas en desobediencia, para tener misericordia de
todos. ¡Cuán maravilloso es esto! Nuestro punto de vista restringido
nos haría decir que Dios no puede mostrar misericordia a los infieles
después del Segundo Advenimiento de Cristo, pero Pablo creyó y enseñó
lo contrario. No es sorprendente que haya añadido, “¡Oh profundidad de
las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables
son sus juicios, e inescrutables sus caminos!” — vs. 33
La declaración inspirada de Pablo de que
cuando Jesús regrese mostrará misericordia hacia los judíos que lo
rechazaron en su Primer Advenimiento, es apoyada por Jesús y el profeta
Ezequiel. Los que tienen dudas acerca de esto deben hacer un estudio
cuidadoso de Ezequiel 16:48-63; Mateo 10:15; 11:22, 24; Marcos 6:11, y
Lucas 10:12, 14. En estos pasajes se revela el hecho de que los
habitantes de Sodoma y Gomorra, así como los que se opusieron a Jesús,
serán restaurados a la vida, y que el Día de Juicio será favorable para
ellos.
La resurrección de ellos se describe como un
regreso a su “primer estado”, y Jesús dijo que será “más tolerable”
para estas ciudades inicuas del pasado que lo que será para los que no
creyeron y se opusieron a él. Jesús explicó el principio que se
aplicará aquí, diciendo “A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho
se le demandará.” (Lucas 12:48) Los pueblos de Sodoma y Gomorra no
fueron muy favorecidos por el Señor en sus días, y no fueron dados
ninguna información concerniente a la voluntad divina. Por otra parte,
Dios envió a sus profetas al pueblo de Israel, y finalmente al Mesías
sí mismo, así que el pecado de infidelidad de ellos fue contra más luz,
y por eso, mereció un nivel más grande de castigo.
El punto es que ambos grupos serán juzgados
en el Día de Juicio que sigue al regreso de Cristo, y será tolerable
para ambos, pero más tolerable para uno que para el otro. Solamente al
distorsionar la Palabra de Dios, alguien puede sacar otras conclusiones
de estas declaraciones inspiradas de Ezequiel y Jesús. Estas demuestran
claramente que se mostrará favor a los pecadores después del regreso de
Cristo.
Las Escrituras claramente enseñan que el Día
de Juicio para el mundo viene después del regreso de Cristo; y el
profeta Isaías escribió, “Luego que hay juicios tuyos en la tierra, los
moradores del mundo aprenden justicia.” (Isa. 26:9) La palabra juicio
como se utiliza en la Biblia no se limita de ninguna manera a la
declaración de una sentencia. Se incluye también la idea de un proceso
jurídico, un periodo de prueba, y a veces la disciplina correctiva.
En el próximo versículo, Isaías escribió, “Se
mostrará piedad al malvado, y no aprenderá justicia; en tierra de
rectitud hará iniquidad, y no mirará a la majestad de Jehová.” (vs. 10)
Es evidente de este texto que el Día de Juicio es un tiempo cuando se
mostrará favor aun al inicuo. Ese favor será una oportunidad basada
sobre un entendimiento comprensivo de las cuestiones envueltas, de
aprender y practicar justicia.
Este favor se mostrará a las personas en lo
que el profeta describe como la “tierra de rectitud”. Esta es una
descripción poética de las condiciones por toda la tierra durante los
mil años del reinado de Cristo que a la vez será el día de juicio de
mil años. Isaías dice que el “malvado” aun entonces no aprenderá
justicia. Esto es una referencia a los que son inicuos obstinados de
corazón. Son los que son mencionados por Pedro como los que rehúsan
obedecer a “aquel profeta” durante los “tiempos de la restauración” y
son desarraigados del pueblo. — Hechos 3:23
No debemos concluir que no habrá ningún mal
en el mundo durante los mil años del reinado de Cristo. Pablo escribió
que Cristo debe reinar hasta que haya puesto todos los enemigos de Dios
y de la justicia debajo de sus pies. Él explicó que la muerte es el
último enemigo que será destruido. (1 Cor. 15:25, 26) No será hasta el
fin de los mil años que la tierra se librara completamente del mal.
Sucederá en aquel tiempo que nadie tendrá que decir a su prójimo,
“Conoce a Jehová,” porque todos le conocerán. Y, además, ya no habrá
enfermedades ni muertes. — Jer. 31:31-34; Apoc. 21:4
De acuerdo con las escrituras ya examinadas,
es claro que el reino de Cristo, el día de juicio, y el día de la
resurrección prometidos por Dios son el mismo periodo de tiempo. Estos
términos son descriptivos, cada uno a su propia manera, de la gran obra
que se cumplirá durante la edad de mil años en el plan divino.
Desde un punto de vista será como un reinado,
puesto que resultará en el reestablecimiento de la voluntad de Dios en
los corazones de la raza humana, es decir, de todos los que obedecen
las leyes de aquel reino. Es por esto que nos enseñaron a orar, “Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra.”
Desde otro punto de vista, el trabajo de
aquellos mil años será una de prueba, de juicio y de disciplina. Con
cada individuo un veredicto final será pronunciado, indicando si
merecen o no la vida eterna. Las Escrituras enseñan que Jesús será el
Juez supremo durante aquel tiempo, así como el gran Rey. — Ps. 72:8;
Hechos 17:31
Además de esto, los muertos serán resucitados
y se les dará la oportunidad de vivir para siempre. Así que la palabra
resurrección también nos da un entendimiento aun más comprensivo de la
manera en la cual “todas las familias de la tierra” serán bendecidas
por medio de la Simiente de Abrahán. (Gen. 12:3; 22:18; Gal. 3:8, 16,
27-29) Pablo afirmó que “habrá una resurrección de los muertos, así de
justos como de injustos.” — Hechos 24:15
Esta obra triple del Cristo, la Simiente
prometida de bendición, es lo que Pedro describe como los “tiempos de
la restauración de todas las cosas.” (Hechos 3:19-21) Y como Pedro tan
claramente demuestra, esto sigue el regreso de Cristo. En aquel tiempo
la voluntad de Dios será restaurada por la gobernación de Cristo. La
justicia será restaurada por los procesos educativos y disciplinarios
de los juicios del Señor. Y la vida eterna será otorgada a los que se
califican al obedecer la voluntad de Dios, y al demostrar su amor por
la justicia.
La obra durante el milenio capta nuestra
atención en el capítulo 20 del Apocalipsis. En los versículos de
apertura nos aseguran que Satanás el Diablo será atado al principio de
los mil años — “para que no engañase más a las naciones.” Algunos han
mal interpretado este versículo diciendo que Satanás es atado en virtud
del hecho de que todas las naciones estén muertas, y por eso, no habrá
nadie que él pueda engañar.
Lo que esta interpretación realmente
significa es que las naciones serán atadas en vez del Diablo — es
decir, atadas en la gran cárcel de la muerte. El Diablo, según esta
distorsión del significado bíblico, estará vagabundeando de acá para
allá sobre una tierra desolada por mil años, “atado” porque todos sus
sujetos estarán muertos.
El pasaje principal que se utiliza en un
esfuerzo para probar la teoría de que la tierra entera estará vacía y
desolada durante los mil años del reino de Cristo es Jeremías 4:23-27.
La base de esta “prueba” es el hecho de que algo del lenguaje usado en
este pasaje es semejante a lo que se utiliza en Génesis para describir
la tierra antes de la creación del hombre. Esto da a entender que la
tierra estará “asolada”, o vacía de nuevo durante el milenio.
Sin embargo, este pasaje bíblico no está
relacionado ni de la más mínima manera con los mil años del reinado de
Cristo. Es parte de la profecía de juicio de Jeremías que sucedería
sobre Israel natural, advirtiendo de antemano al pueblo que serían
quitados de su tierra, y que sus ciudades y su tierra se quedarían
desoladas. Esta profecía se cumplió durante los setenta años de su
cautiverio en Babilonia. Esta misma desolación fue predicha también en
Levítico 26:31-35, dónde se usa lenguaje semejante. Por lo tanto, la
profecía no tiene nada que ver con la desolación del planeta sino
únicamente con la “tierra” de Israel.
En Apocalipsis 20:2, 3 se dice que Satanás
fue arrojado al “abismo.” Según la interpretación insostenible que
Satanás es atado en virtud del hecho de que no habrá nadie más para
engañar, esto significaría que el “abismo” es una tierra desolada y
deshabitada. Pero, ¿corroboran las Escrituras esta idea? Creemos que no.
El abismo también se menciona en Apocalipsis
11:7 y 17:8. Pero, por ningún esfuerzo de la imaginación se le puede
interpretar estos versículos a una tierra vaciada de todos los
habitantes humanos. Los dos hablan de una “bestia” que sale del abismo
para reanudar las actividades de entre los humanos que habitan en la
tierra. En el segundo caso se ve una ramera sentada sobre la “bestia”.
Generalmente, muchos estudiantes de la Biblia
están de acuerdo de que esta bestia simboliza un gobierno corrupto que
en otro tiempo gobernaba Europa y cuya gobernación fue eclipsada por un
tiempo. A pesar de cuán definitivo podamos estar en identificar este
poder malévolo, es obvio que mientras está en el abismo, las naciones
seguirán existiendo en la tierra. Así que tal como millones de personas
han vivido en la tierra durante el tiempo que esta bestia estuvo en el
abismo, de igual manera la raza humana seguirá viviendo a través de los
mil años mientras el Diablo está en el mismo abismo. Tal como el abismo
simboliza una condición en la cual la bestia fue restringida de su
poder para gobernar, de igual manera simboliza también una restricción
semejante que será impuesta sobre Satanás, para que no pueda engañar
más a las naciones hasta que se hayan acabado los mil años del reinado
de Cristo.
En los tiempos antiguos, los prisioneros
frecuentemente estaban detenidos en cadenas. Algunas veces estaban
encadenados a bolas de hierro pesadas, otras veces a guardias. Por eso,
el Señor nos informa que Satanás será atado con una “gran cadena”.
Satanás es un ser espiritual, así que en este caso debemos considerar
la cadena como algo simbólico del poder divino que restringirá al
Lucifer caído a través de los mil años cuando no se permite que engañe
a la gente.
Apocalipsis 20:4 nos dice que los que vivirán
y reinarán con Cristo por mil años se resucitarán de entre los muertos
en la “primera resurrección” con este propósito. Estos son los que
sufren y mueren con Jesús para que puedan vivir y reinar con él. Son
“decapitados” por causa del testimonio de Jesús; es decir, aceptan la
jefatura de Cristo en sus vidas, y de este modo llegan a ser miembros
de su cuerpo místico.
El Apóstol Pablo se refiere a ellos como los
que son “bautizados” en Cristo, y de este modo llegan a ser asociados
con él como la simiente prometida de Abrahán por la cual serán
bendecidas todas las familias de la tierra. (Gal. 3:27-29) Sí, todos
los cristianos verdaderos que de buena gana sufren y mueren con Cristo
se pueden regocijar en la esperanza de reinar en su reino. Cuando los
discípulos se maravillaron de los milagros que Jesús efectuaba, él les
dijo que ellos harían obras aun más grandes — una referencia, sin duda,
a sus privilegios futuros cuando estén glorificados con Cristo y estén
reinando con él en su reino milenario.
La primera frase de Apocalipsis 20:5 se lee
así, “Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se
cumplieron mil años.” Esta es una interrupción extraña en el hilo del
pensamiento presentado en el versículo 4, el cual, al hablar de los
coherederos de Cristo, concluye con la declaración, “y vivieron y
reinaron con Cristo mil años.” Sin la interrupción hablando de los
otros muertos que no viven, la conclusión del versículo 4, junto con el
versículo 5 se leería, “y vivieron y reinaron con Cristo mil años. Esta
es la primera resurrección.” El versículo 5 como existe ahora dice,
“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron
mil años. Esta es la primera resurrección.”
Esta es una contradicción categórica porque
dice que la primera resurrección consiste de “los otros muertos” que no
viven. La Palabra inspirada de Dios no contiene ninguna contradicción,
así que es obvio que una interpolación se ha entrado cautelosamente en
el versículo 5 de este capítulo. Esto se demuestra aun más por el hecho
de que la expresión, “los otros muertos no volvieron a vivir hasta que
se cumplieron mil años,” no se encuentra en el manuscrito griego más
antiguo — el Códice Sinaítico, ni tampoco en el Vaticano 1160, o en los
manuscritos siríacos. Esto significa que estas palabras fueron añadidas
por algún escriba celoso pero descaminado durante la Edad de las
Tinieblas, posiblemente para sostener la pretensión de que el reino de
Cristo ya estuvo establecido y reinando.
Quizás algunos estaban preguntándose, ¿si
Cristo ya estuviera reinando, por qué los muertos no están siendo
resucitados? La declaración de que los otros muertos no volvieron a
vivir hasta que se cumplieron mil años pudiera haber sido originalmente
escrita en el margen de un manuscrito como una observación, y en una
época posterior, fue añadida al texto. Pero, sin importar como
sucediera, estas palabras son una interpolación, y se reconocen así por
eruditos eminentes de la Biblia, y de hecho, por todos los estudiantes
sin prejuicio de la Palabra.
Reconociendo tales interpolaciones no es alto
criticismo de las Escrituras, ni tampoco es el esfuerzo para conseguir
traducciones correctas de los textos originales. ¡Cuán ricamente han
sido bendecidos los estudiantes de la Biblia al reconocer que las
palabras hebreas y griegas traducidas como infierno en la Biblia no
significan tormento eterno!
Es igualmente importante descubrir las
interpolaciones de los textos sagrados para no ser descaminados por
ellas. De veras, si no se reconocen estas interpolaciones cuando son
tan claramente establecidas como tales resultaría en poner a alguien en
la posición de añadir a la Palabra de Dios. Esto sería especialmente
verdad si la interpolación bajo cuestión se utiliza como el texto
principal para apoyar una doctrina básica a la cual alguien pudiera
haberse adherido.
En contra de los pensamientos expresados en
esta interpolación particular, el mismo propósito del reinado milenario
de Cristo es para restaurar a los muertos a la vida. Como hemos visto,
Cristo regresa para anunciar “los tiempos de la restauración de todas
las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han
sido desde tiempo antiguo.” (Hechos 3:19-23) ¡Cuán extraño es que tan
pocas palabras añadidas a Apocalipsis 20:5 durante la Edad de las
Tinieblas deban usarse para contradecir al testimonio de todos los
profetas santos de Dios!
El versículo 6 de Apocalipsis 20 enfatiza la
bendición de los que son levantados a la vida durante la primera
resurrección, y nos dice de nuevo que gobiernan con Cristo por mil
años. Habla de ellos como “reyes” y “sacerdotes”. Apocalipsis 5:9, 10
explica que ellos son redimidos de entre los hombres, y que su reinado
está en la tierra.
Los reyes ejercen autoridad sobre sus
sujetos, y los sacerdotes son los que sirven y bendicen a la gente.
¡Cuán sin objeto e inútil sería la obra de estos reyes y sacerdotes
durante los mil años de su reinado en la tierra si no hubiera ni un
solo ser humano viviente sobre el cual pudieran reinar, ni tampoco
alguien en ninguna parte que pudiera ser el recipiente de las
bendiciones de vida que éstos eran preparados para dispensar! Nos
parece que el reinar sobre la tierra en este tiempo pondría a estos
reyes y sacerdotes en una situación de “encarcelamiento” semejante a la
de Satanás como el mismo razonamiento falso ha explicado.
Pero, el Revelador explica que al fin de los
mil años cuando Satanás se libera, la gente de la tierra es en número
como la “arena del mar.” (Apoc. 20:8) No hay nada en el relato que
indica que éstos son levantados de entre los muertos justo en aquel
tiempo para dar a Satanás alguien con quien él pueda practicar sus
engaños. Al contrario, es claro que esta multitud de humanos son los
que han sido liberados de la muerte y juzgados durante el milenio. Se
refieren a ellos como los que son entregados de la “muerte y el Hades.”
— vs. 13
Los primeros once versículos del Apocalipsis,
capítulo 20, describen la obra del milenio desde el punto de vista del
reinado de Cristo en el cual él subyuga y destruye todos los enemigos
de Dios y de la humanidad. Es apropiado que la atadura de Satanás debe
mostrarse en este cuadro, así como su liberación y destrucción al fin
de los mil años.
Empezando con el versículo 12, el aspecto de
juicio de la Edad Milenaria llega a nuestra atención. No sucede que el
principio narrativo de este versículo sea descriptivo de una obra que
sigue los mil años del reinado de Cristo. Al contrario, es una
descripción de los detalles adicionales que tienen que ver con la obra
de Cristo a través de estos mismos mil años, es decir, con la obra de
juicio.
Los últimos tres versículos del capítulo nos
recuerdan que a través de estos mismos mil años, los muertos serán
restaurados a la vida. Aquí, también, y apropiadamente, nos aseguran
que “la muerte y el Hades” serán destruidos. Esta es la razón por la
que en el cuarto versículo del próximo capítulo, el Revelador nos dice
que “no habrá muerte” como resultado del reinado de Cristo.
Habiendo examinado un poquito el aspecto del
reino en el milenio como se presenta en este capítulo, notemos cuán
claramente se expone la obra de juicio. Leemos, “Y vi a los muertos,
grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros,
según sus obras.” (vs. 12) En el versículo anterior Juan nos dice que
vio un gran trono blanco — que simboliza la autoridad del reino — y que
los cielos y la tierra simbólicos huyeron del rostro de aquel que
estaba sentado sobre el trono.
Es por eso que Juan ve a los muertos de pie
ante Dios, en contraste con los cielos y la tierra simbólicos — el
imperio de Satanás — que no están de pie sino que huyen. El hecho de
que los muertos estén delante de Dios sugiere que él está tratando con
ellos. Obviamente la referencia tiene que ver con los que han sido
muertos y ahora se despiertan a la vida, y están delante del rostro de
aquel que está sentado en el trono. Ya hemos notado que los “tiempos de
refrigerio” vendrán de la “presencia del Señor.” — Hechos 3:19-21
La belleza de este cuadro de la obra del Día
de Juicio ha sido desfigurada por la noción falsa de que los “libros”
que se abren contienen el historial de los hechos del pasado de los
muertos. Algunos hacen la pretensión que los que salen durante la
primera resurrección pasarán mil años examinando estos libros para
averiguar si hay otros muertos que merecen la vida. Al descubrir que no
hay más que la merecen, los otros muertos son resucitados, se les dicen
que no merecen la vida y luego son destruidos.
Pero, ¿qué está escrito en estos libros que
se abren? Es importante saberlo porque el juicio de la gente se basará
en lo que está escrito en ellos. Creemos que Jesús indicó claramente
los contenidos de los libros del Día de Juicio cuando dijo, “Al que oye
mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a
juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe
mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero.” — Juan 12:47, 48
Aquí Jesús está diciendo claramente que sus
enseñanzas, sus interpretaciones de la voluntad y de la ley de Dios,
serán la base del juicio durante el Día de Juicio. Es sin duda la
revelación de estas enseñanzas a la gente lo que es simbolizada por los
libros abiertos. Con certeza, las verdaderas enseñanzas de Cristo han
sido como un libro sellado a la gran mayoría de las personas a través
de los siglos. — Isa. 29:18
Las obras de la gente se mencionan
separadamente de las cosas escritas en los libros. Serán juzgados por
las cosas escritas en los libros “según sus obras.” Es decir, sus obras
se compararán con lo que está escrito en los libros. Y no serán sus
obras del pasado, sino “según sea su obra.” — Apoc. 22:12
Un libro de vida se abrirá en aquel tiempo.
Obviamente el pensamiento es que a medida que los muertos restaurados
rectifiquen sus obras de acuerdo con la voluntad de Dios como se revela
en los libros abiertos, sus nombres serán colocados en el libro de la
vida. Esto es, en verdad, el mismo propósito de la obra del Día de
Juicio; a saber, dar al mundo la oportunidad de conocer y hacer la
voluntad de Dios como se expresa por medio de Cristo, y así probar que
merecen la vida eterna. — Juan 12:50
Ningún propósito sería servido en examinar
las obras del pasado del mundo de la humanidad, ya que el Señor sabe
que ninguna persona merece la vida. Jesús vino para dar su vida como el
Redentor del hombre, pero la verdad concerniente al Plan Divino de
redención ha llegado a ser muy confusa, de tal manera que pocos han
tenido una oportunidad justa para oír y creer. Además, hay millones
innumerables que no han oído ni siquiera un mensaje confuso del
Evangelio. Sin embargo, Pablo escribió que es la voluntad de Dios que
todos serán “salvos” y vendrán al conocimiento de la verdad. — 1 Tim.
2:4-6
Aquí la palabra “salvo” simplemente denota un
despertamiento del sueño de la muerte para que todos los que estén
muertos tendrán la oportunidad de aprender la verdad acerca de Jesús.
Ellos aprenderán esto por medio de los libros que se abrirán en aquel
entonces. Pablo lo declara en lenguaje sencillo en este pasaje cuando
dice, “hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres,
Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de
lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” — es decir, cuando se
abren los libros.
Juan 5:28, 29 es otro pasaje en las
Escrituras acerca del Día de Juicio. Se lee así, “No os maravilléis de
esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros
oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de
vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación
[juicio, Versión Estándar Americana, en inglés].”
Un entendimiento correcto de este pasaje se
indica en el versículo 24 del mismo capítulo. Aquí Jesús dice, “El que
oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá
a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” En este caso la palabra
griega traducida como condenación es krisis. Es la misma
palabra que es mal traducida como “perdición” en el versículo 29 en
algunas traducciones antiguas de la Biblia. Su significado verdadero es
juicio.
Jesús explica que los que creen durante la
vida actual no entrarán en el juicio futuro de los incrédulos. Por
supuesto que no, puesto que se asociarán con él en la obra futura de
juicio. Ellos entran en la vida ahora por fe, y la consiguen de verdad
durante la primera resurrección. Esta es la razón por la que Jesús
habla de ellos como los que “saldrán a resurrección de vida.”
Pero, en cuanto a los otros, Jesús dijo que
saldrán de la muerte a “resurrección de condenación.” Esto es cuando
entran en el juicio. Su salida de la tumba será simplemente un
despertamiento del sueño de la muerte. Si son restaurados completamente
a la perfección en los tiempos de la restauración y viven por siempre,
será porque, una vez iluminados, conforman sus vidas a las cosas
escritas en los libros.
Esto se entiende mejor al recordar el significado básico de la palabra griega krisis
que se traduce como “condenación” en la versión Reina-Valera. En
realidad, tiene el mismo significado que la palabra crisis en español.
Sabemos lo que significa una crisis en la vida de uno. Es un tiempo de
prueba e implica un cambio posible. Así será con el mundo incrédulo
cuando se despiertan del sueño de la muerte. Si en este tiempo de
crisis se dirigen al Señor, en vez de abandonarlo, serán restaurados a
la perfección humana completa y vivirán por siempre, como lo hubiera
vivido Adán si no hubiese violado la Ley Divina. Si rehúsan escuchar y
obedecer serán destruidos en la “segunda muerte,” porque sus nombres no
se encontrarán en el libro de la vida. — Hechos 3:23; Apoc. 20:14, 15
La parábola de Jesús acerca de las Ovejas y
los Cabritos es muy reveladora. (Mat. 25:31-46) Él identifica el tiempo
cuando la parábola se cumple al tiempo cuando viene el Hijo del Hombre,
y se sienta en el trono de su gloria con todos sus santos ángeles. Aquí
los santos de la edad actual se muestran con Jesús como “ángeles” o
“mensajeros,” de acuerdo con la palabra en el texto griego. Pablo
escribió, “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?” (1 Cor.
6:2) Estos son los que se sentarán con Jesús en su trono. (Apoc. 3:21)
Son los que son “manifestados” con Cristo en su “gloria.” — Col. 3:4
Esto significa que las “ovejas” de la
parábola no son los creyentes de la edad actual. No, justo como declara
la parábola, son todas las naciones que se reúnen delante del trono de
juicio, y es de todas las naciones de donde se manifiestan las dos
clases representadas por las ovejas y los cabritos. ¿Están dormidos
todos en la muerte mientras están siendo separados? No parece que es
así porque la parábola indica que las “ovejas” son muy activas
visitando a los enfermos, etc. En otras palabras, están vivos y
demuestran su amor por la justicia — su armonía con la Ley Divina del
amor.
A estas ovejas simbólicas se le restaura el
“reino preparado … desde la fundación del mundo.” Este es el dominio
sobre la tierra que fue dado a nuestros primeros padres. Ellos lo
perdieron a causa del pecado. Pero, fue redimido por Cristo, y en el
Día de Juicio se restaurará a todos de la raza de Adán que pasan las
pruebas de fe y obediencia puestas en ellos. Además, recibirán el
galardón de la vida eterna.
El Apóstol Pablo escribió, “He aquí ahora el
tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” (2 Cor. 6:2) A
menudo este texto se utiliza para probar que no habrá ningún periodo de
prueba después de la muerte, como si Pablo hubiera escrito que la vida
actual es el único día de salvación. En realidad, Pablo no utilizó la
palabra “ahora” como una referencia a la duración de la vida actual,
sino a la edad actual del Plan Divino. En este texto, él cita de Isaías
49:8, 9, dónde el Señor dice, “En tiempo aceptable te oí … y te
guardaré, y te daré por pacto al pueblo, para que restaures la tierra …
para que digas a los presos: Salid; y a los que están en tinieblas:
Mostraos.”
Pablo está diciendo simplemente que ahora es
el tiempo cuando el Señor está preservando y ayudando a los que él les
dará después por pacto al pueblo, y que entonces establecerá las
asoladas heredades, y llamará a los prisioneros desde la muerte. Esto
es solamente otra manera en la cual las Escrituras revelan que los
seguidores de Jesús en esta edad que están dispuestos a sufrir y morir
con él tendrán la oportunidad de vivir y reinar con él.
Ahora es el tiempo, en otras palabras, cuando
Dios aceptará los sacrificios de los que están dispuestos a morir con
Jesús. Y ahora es el tiempo cuando los que prueban que son merecedores
alcanzarán a la “gran salvación,” el premio del “supremo llamamiento de
Dios en Cristo Jesús.” Esto no significa que ésta es la única edad en
la cual la salvación será ofrecida a la gente. Al contrario, los que
están sacrificando y sufriendo ahora están siendo preparados para
unirse con Cristo en extender la bendición de la restauración al mundo
entero durante los mil años del reino.
Sí, habrá tiempos de restauración cuando “la
muerte y el Hades” entregarán los muertos. Jesús dijo que las “puertas
del Hades” no prevalecerán contra esta iglesia. Estas puertas se
abrirán y los prisioneros de la muerte serán entregados — puestos en
libertad por un tiempo hasta que prueben que merecen la libertad
permanente de la muerte. Es así que los que son “bautizados en Cristo”
y, de este modo llegan a ser junto con él la Simiente de Abrahán,
bendecirán todas las familias de la tierra.
Esto es el significado del Evangelio, las
buenas nuevas que fueron predicadas primero a Abrahán. (Gen. 12:3) Es
lo que el Ángel que anunció el nacimiento de Jesús tenía en mente
cuando lo declaró ser “un Salvador, que es CRISTO el Señor.” Es el
significado del “evangelio eterno” al cual se hace referencia en
nuestro texto. Es el “evangelio de Cristo” del cual Pablo dijo que no
tuvo vergüenza. (Rom. 1:16) Es un Evangelio del cual cada uno que ame
verdaderamente a Dios y a la justicia pueda estar agradecido y
entusiasmado. ¡Que lo proclamemos a todos que quieren escuchar!
Capítulo II
LA PALABRA SÁBADO es prominente en el
vocabulario cristiano. Su significado literal es “descansar”. La
palabra aparece en la Biblia por primera vez en Éxodo 16:23. Al recoger
el maná diario que el Señor les proveyó, los israelitas tuvieron que
recoger doble la cantidad en el sexto día para que tuvieran una fuente
adecuada para el séptimo, el cual el Señor declaró como un Sábado, o
día de descanso. Luego, cuando la Ley de Dios fue dada a Israel, la
observancia del séptimo día de la semana como un Sábado, o tiempo de
descanso, llegó a ser el cuarto de los Diez Mandamientos. Para Israel,
la observancia del Sábado era una parte vitalmente importante de su
servicio a Dios, tanto que la penalidad de muerte sería infligida sobre
los que no obedecían este mandamiento. (Éxod. 35:1, 2) El Nuevo
Testamento no contiene ninguna instrucción en cuanto a la observancia
de un Sábado semanal, pero ha sido asumido por muchos que fue la
intención de Dios de que el mandamiento de la Ley concerniente al
Sábado continuara en la iglesia cristiana.
En su Sermón del Monte, Jesús dijo, “No
penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido
para abrogar, sino para cumplir.” Para la raza condenada y moribunda de
la humanidad el cumplimiento de la Ley fue imposible, puesto que
ninguno de ellos pudo estar a la altura de su estándar perfecto de la
justicia. Pero, Jesús, siendo perfecto, pudo guardar la Ley
invioladamente. Siendo un judío y, por eso, bajo el pacto de la Ley, él
observó el Sábado del séptimo día, aunque tenía un concepto diferente
de su significado que tenían los líderes religiosos de su día.
A causa del hecho de que Jesús curó a un
hombre enfermo en el Sábado, sus enemigos “procuraban matarle”, y
hubieran sido obligados a hacerlo si él hubiera quebrantado el Sábado
de verdad. La respuesta de Jesús a sus enemigos fue, “Mi Padre hasta
ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5:17) Esto enfatiza que la mera
abstención de toda actividad no era el significado verdadero del
Sábado, porque tanto el Padre celestial como Jesús trabajan en este
día. Jesús curó a los enfermos.
En Marcos 2:23, 24, 27, 28 hay otra lección
importante que Jesús lleva a nuestra atención. Él y sus discípulos
caminaban por un campo de maíz en el Día Sabático, y mientras andaban,
los discípulos arrancaban espigas, evidentemente para su propio uso.
Esto fue algo distinto de la curación de los enfermos en el Sábado, y
de acuerdo con la letra estrecha del cuarto mandamiento hacer esto fue
incorrecto, así que los fariseos le preguntaron, “¿por qué hacen en el
día de reposo lo que no es lícito?” La respuesta de Jesús fue, “El día
de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del
día de reposo.”
Evidentemente el pensamiento en este caso es
que el mandamiento que requirió que los israelitas descansaran cada
séptimo día fue diseñado para su bien, no para su daño. Los discípulos
tenían hambre, y hubiera sido un mal entendimiento del propósito del
Sábado suponer que la Ley al respecto significaría que debieran
abstenerse de satisfacer su hambre. Y estamos felices por la
declaración de Jesús que llegó a ser el “Señor aun del día de reposo,”
porque sabemos que su interpretación de ello es correcta. Cualquier
cosa que Jesús impuso sobre sus seguidores en cuanto al Sábado se debe
obedecer.
En su Sermón del Monte, Jesús dijo, “De
manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy
pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el
reino de los cielos.” (Mat. 5:19) ¿A cuales mandamientos se refiere
Jesús? Podemos ser guiados solamente por los siguientes comentarios en
los cuales él cita parcialmente cuatro de los mandamientos — dos del
Decálogo y dos que no fueron parte de él. Los primeros dos fueron
requisitos morales — “No matarás” y “No cometerás adulterio.” — vss.
21, 27
El tercer mandamiento citado por Jesús fue la
expresión de la justicia de la Ley — “Ojo por ojo, y diente por
diente.” (vs. 38) En cada caso, refiriéndose a uno u otro de los
mandamientos, Jesús les dio un significado superior a lo que jamás
había enseñado antes. En vez de insistir en “ojo por ojo”, él exhortó a
sus seguidores a no resistir lo malo, sino “antes, a cualquiera que te
hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra.” — vs. 39
El cuarto mandamiento citado por Jesús fue,
“Amarás a tu prójimo,” al cual la tradición judía había añadido, “y
aborrecerás a tu enemigo.” (vs. 43) Se hará patente que todos los
cuatro mandamientos que Jesús dijo que no se deben quebrantar
pertenecen a las relaciones humanas, enfatizando el estándar alto de la
ética moral que debe gobernarlos, especialmente cuando los examina a la
luz del significado más fino y exacto que Jesús les dio.
¿Mandó Jesús a sus seguidores, en cualquiera
de sus enseñanzas, a observar el Sábado del séptimo día? Además, si
fuera el diseño de Dios que el cuarto mandamiento continuara en la
dispensación cristiana, entonces sería obligatorio para los que tienen
puestos de autoridad en la Iglesia de imponer la penalidad mencionada
en la Ley al fallar de obedecerlo. Como hemos visto, esa penalidad era
la muerte. ¿Enseñó Jesús esto?
Jesús comenzó su Sermón del Monte con la
presentación de las bienaventuranzas — “Bienaventurados los pobres en
espíritu”; “Bienaventurados los que lloran”; “Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de justicia”; “Bienaventurados los
misericordiosos”; “Bienaventurados los de limpio corazón”;
“Bienaventurados los pacificadores”; y “Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la justicia.” — Mat. 5:1-10
Si la observancia del séptimo día de la
semana como uno de descanso hubiera sido considerado por Jesús como
algo vital para la salvación, hubiera sido lógico para él de añadir,
“Bienaventurados los que guardan la santidad del día sabático,” pero no
lo hizo. En su Sermón del Monte, Jesús se refirió a muchos detalles de
la vida cristiana — las relaciones domésticas, el quitar la vida
humana, el amor por nuestros enemigos, la oración, etc. — pero no dijo
nada acerca de observar el Sábado. No hay mención del Sábado tampoco en
las numerosas parábolas de Jesús.
Poco antes de que Jesús dejó a sus discípulos
y regresó a las cortes celestiales, les dijo, “Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre,
y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo.” — Mat. 28:19, 20
Aquí, de nuevo, no encontramos ninguna
mención de un Sábado del séptimo día. Ni tampoco podemos asumir que se
incluye en la declaración, “todas las cosas que os he mandado,” puesto
que Jesús nunca había dado ningún mandamiento como tal a sus
discípulos. La honestad en el uso de la Palabra de Dios nos impela
reconocer que en lo que concierne los mandamientos personales y
directos de Jesús, éstos no incluyen la observancia de un Sábado del
séptimo día.
Empezando en el Pentecostés, los apóstoles
escribieron y hablaron bajo la inspiración del Espíritu Santo. El
primer sermón de Pedro, predicado en el Día del Pentecostés, no hizo
ninguna referencia al Sábado. (Hechos 2) Poco después, Pedro predicó
otro sermón, pero de nuevo no hizo ninguna referencia a la observancia
del Sábado. — Hechos 3
Por todo el libro de Hechos, encontramos
muchos testimonios sobresalientes de la Verdad de parte de los
apóstoles y de parte de otros — algunos dirigidos a los judíos como un
pueblo; y algunos a los gentiles — pero en ninguno de ellos se
encuentra ninguna mención en absoluto de la observancia de un Sábado
del séptimo día. El mártir Esteban no dijo nada acerca de ella. Cuando
Pablo testificó ante Félix, Festo, y Agripa, a los judíos en Jerusalén,
y a los griegos en el Areópago, no dijo nada acerca de ella.
Una de las cuestiones más difíciles que
enfrentó la iglesia primitiva tenía que ver con el tratamiento de los
conversos gentiles que buscaban asociaciones de entre los cristianos de
origen judío. Esta cuestión se hizo tan seria que una conferencia de
los apóstoles fue convocado en Jerusalén en el cual el tema fue
discutido y finalmente llegaron a ciertas conclusiones. (Hechos
15:1-10) Aquí abajo es la declaración completa del edicto apostólico
que salió de esa conferencia:
“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y
a nosotros, no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias:
que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y
de fornicación; de las cuales cosas si os guardareis, bien haréis.
Pasadlo bien.” — Hechos 15:28, 29
¿Debemos acusar a los apóstoles de
negligencia al no mencionar una de las cosas “necesarias” y vitales
cuando dieron este mensaje a los conversos gentiles? ¡Claro que no! Sin
embargo, esto ciertamente fue el lugar lógico para mencionar el Sábado
si lo consideraron como una parte esencial de la Ley Divina que deben
observar los cristianos gentiles. Pensémonos bien el significado de
esta omisión a medida que consideramos nuestra propia relación para con
Dios.
En Hechos 20:27, nos informa que el Apóstol
Pablo dijo que no había “rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.”
En vista de esto, es interesante notar que en todas las epístolas y
sermones de Pablo él omita mencionar la necesidad de observar el Sábado
del séptimo día. Por eso, es imposible escapar a la conclusión de que
la observancia del Sábado del séptimo día no sea parte del consejo de
Dios para los cristianos.
En el libro de Romanos, Pablo sí se refiere a
la Ley de la cual el mandamiento concerniente al Sábado fue parte, no
para imponer esta ley sobre los cristianos, sino para enfatizar que la
fe en ésta, y la obediencia al Evangelio nos libera de ella. Él
escribió:
“Así también vosotros, hermanos míos, habéis
muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro,
del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.
Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en
que estábamos sujetos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del
Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra. ¿Qué diremos, pues?
¿La ley es pecado? En ninguna manera. Pero yo no conocí el pecado sino
por la ley; porque tampoco conociera la codicia, si la ley no dijera:
No codiciarás.” — Rom. 7:4, 6, 7
Algunos afirman que la Ley a la cual los
cristianos están muertos es meramente la Ley ceremonial, no los Diez
Mandamientos. Pero, Pablo no está de acuerdo con esto, porque en su
declaración que los cristianos están muertos con respecto a la Ley él
cita uno de los Diez Mandamientos — “No codiciarás.” Por eso, no hay la
menor duda de qué ley Pablo está hablando.
Por otra parte, algunos adoptan la postura
extrema que si la Ley de los Diez Mandamientos no es obligatoria para
los cristianos, entonces somos libres para cometer adulterio, codiciar,
mentir, y asesinar. Esto es razonamiento superficial. Es moralmente
ilícito hacer tales cosas. Estos son pecados crasos. Le causan daño a
uno y a otros. Jesús y los apóstoles enseñaron que tales cosas fueron
incorrectas y las prohibieron. Sin embargo, no mandaron que el Sábado
deba guardarse. No es una cuestión moral, y el hecho de que Jesús y los
apóstoles dejaron de mandar su observancia, pero sí hablaron contra los
pecados prohibidos por los mandamientos, simplemente enfatiza el hecho
de que no consideraron como una necesidad para los cristianos la
observancia del Sábado del séptimo día.
En Romanos 14:5, 6, Pablo escribió, “Uno hace
diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno
esté plenamente convencido en su propia mente. El que hace caso del
día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el
Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a
Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.”
Hay dos puntos que deben observarse en este
argumento. Uno es que Pablo no condena a los que juzgan iguales todos
los días. El otro es que él coloca la observancia de un día más que
otro en la misma categoría de importancia de comer o no comer la carne.
Sin importar la razón por la que algunos de los conversos judíos en
Roma hicieron diferencia entre día y día, es cierto que los que
creyeron que todos los días eran iguales no consideraron como una
necesidad la observancia del Sábado del séptimo día. Y es obvio que el
Apóstol Pablo no pensaba así tampoco, si no, él hubiera dado una
advertencia oportuna a los que no guardaban el Sábado.
Pablo escribió dos cartas a la iglesia en
Corinto, pero en ninguna de ellas hay mención alguna de guardar el
Sábado. En el capítulo 13 de 1 Corintios él enfatiza la importancia
fundamental del amor como un principio gobernante. Los dones del
Espíritu desaparecerían; así también el conocimiento limitado
disfrutado en esta vida. Pero tres cosas permanecerían, escribió Pablo
— la fe, la esperanza y el amor, el más grande siendo el amor. Si el
Sábado del séptimo día fuera un estatuto duradero, ¿por qué el apóstol
no lo mencionó? ¿Por qué no dijo que el Sábado permanecería tanto como
la fe, la esperanza, y el amor?
En 2 Corintios 3:3-7, Pablo presenta otra
lección importante en la cual él explica que fue la Ley “grabada en
tablas de piedra” que “había de perecer.” Fue la Ley de los Diez
Mandamientos que fue escrita en tablas de piedra, no la Ley ceremonial.
Así que vemos que mientras que Pablo aquí no menciona específicamente
el mandamiento del Sábado, él sí declara que el Decálogo entero “había
de perecer,” y que durante la edad actual Dios está escribiendo su ley
en “tablas de carne del corazón.”
En la epístola de Pablo a la iglesia en
Galacia él expresa su preocupación por los que guardan “los días, los
meses, los tiempos y los años.” (Gal. 4:10, 11) Criticando este grupo,
Pablo escribió, “!Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no
obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya
presentado claramente entre vosotros como crucificado?” — Gal. 3:1
En Gálatas 3:16-19, Pablo se refiere al pacto
de Dios con Abrahán, y explica que la Ley, que fue añadida
“cuatrocientos treinta años después,” no pudo anular ese pacto
original. “Fue añadida,” explica él, “a causa de las transgresiones,
hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa.” Si la Ley
‘fue añadida hasta que viniese la simiente,’ ¿por qué es necesario,
ahora que la simiente ha venido, seguir bajo la Ley?
Algunos argüirán que el Sábado del séptimo
día siempre había sido observado. Pero, esto fue una parte de la Ley
que Pablo dijo que fue añadida. Esto prueba que no existió antes de
Sinaí. Es meramente una suposición que el Sábado del séptimo día fue
observado antes de esto. No hay ningún texto en las Escrituras que diga
eso. Si hubiera sido la costumbre de Enoc, Noé, Abrahán, Isaac, Jacob,
y otros de los patriarcas observar el Sábado del séptimo día, ¿por qué
no hay ninguna referencia de ello en los registros históricos de sus
vidas?
En Efesios 2:15, Pablo nos dice que Cristo ha
abolido la “ley de los mandamientos.” La versión Reina-Valera añade la
palabra “expresados” al traducir el resto del texto, vertiéndolo,
“expresados en ordenanzas.” Algunos se han aprovechado de esto para
probar que fue solamente las ordenanzas de la Ley que fueron abolidas.
Es cierto que las ordenanzas fueron abolidas. Una ordenanza es nada más
que un acto de adoración religiosa, como, por ejemplo, el bautismo. Así
que el mandamiento del Sábado es en realidad una ordenanza. No fue un
mandamiento que gobernaba la conducta moral.
En Colosenses 2:16 leemos, “Por tanto, nadie
os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna
nueva o días de reposo [la palabra ‘días’ fue añadida por los
traductores].” Por eso, es obvio que Pablo no consideró la observancia
del Sábado esencial para la salvación. Es verdad que había otros
sábados observados por Israel además del Sábado del séptimo día. Había
los días de fiesta anuales, así como la luna nueva, o los días de
fiesta mensuales. Puesto que Pablo los menciona separadamente, su
referencia al sábado es definitivamente al Sábado del séptimo día.
En la carta de Pablo a Timoteo él escribió,
“sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente.” Y añade,
“conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los
transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores.” (1 Tim.
1:8-10) Aquí está una consideración muy importante. Los cristianos que
se han dedicado completamente al servicio del Señor, y que están
esforzándose en enfocar sus afectos en las cosas de arriba, deben vivir
encima de las necesidades de la “ley de los mandamientos.” — Efe. 2:15
En Hebreos 4:1-11, Pablo presenta una lección
muy importante y reveladora con respecto a la observancia del Sábado
por el cristiano. En el décimo versículo él resume el asunto para
nosotros, diciendo, “el que ha entrado en su [del Creador] reposo,
también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.” Aquí está
otro punto importante, ya que se hace la afirmación de que el Sábado
del séptimo día sea y siempre será obligatorio en el pueblo del Señor,
porque este día se hizo sagrado por el hecho de que Dios reposó en él
de su obra de la Creación. El sábado de Dios es sagrado, y aquí el
apóstol explica como los cristianos pueden mantener la santidad de él.
No es por medio de descansar en el séptimo día todas las semanas, sino
por seguir ejerciendo fe en la obra terminada de Cristo.
Nos dicen que el Sábado fue dado a Israel
como una “señal.” (Éxod. 20:8-11; 23:12; 31:12-17) Fue o debería haber
sido una señal o prueba de la capacidad de Dios de satisfacer todas sus
necesidades. Cuando descansaron en el séptimo día abstuvieron de lo que
les ayudó a ganarse su vida. Esto, a su vez, llegó a ser un símbolo de
un reposo mucho más importante para los cristianos.
Por siglos los israelitas devotos luchaban
para obtener la vida bajo los términos de la Ley. (Lev. 18:5; Rom.
10:5; Gal. 3:12) Fracasaron, no porque la Ley fue imperfecta, sino
porque fue más allá de la habilidad de cualquier miembro de la raza
caída de guardarla. Pero, con la venida de Cristo se abrió “el camino
nuevo y vivo” — no un camino nuevo de obras bajo la Ley, sino un camino
de fe que capacita a un creyente consagrado a dejar de depender de las
obras para obtener la vida, y aceptar en su lugar la provisión de vida
hecha para él por Dios por medio de Cristo. — Heb. 10:20; Rom. 3:30;
5:1, 2
Es así que el cristiano entra en el reposo de
Dios, descansando de sus propias obras, como lo hizo Dios de las suyas.
Cuando Dios terminó su obra original de la Creación él cesó de sus
esfuerzos a favor de la raza humana; no en el sentido que ya no cuidaba
a sus criaturas humanas, sino porque él entregó el destino final de
ellos en las manos de otro, a saber, de Jesucristo, el Redentor y el
Salvador.
La pareja perfecta que creó Dios y puso en
Edén violó su ley y cayó bajo la condenación de la muerte. Su justicia
requirió que murieran, pero su amor proveyó un escape de la muerte,
cuyo camino fue provisto por medio de su hijo amado. Jehová sabía que
su hijo vendría voluntariamente a la tierra, se haría carne, y sufriría
la muerte para satisfacer las demandas de la justicia contra la raza
caída. Su fe en el resultado de este plan amoroso de redención por
Cristo le capacitó a “reposar.” Y si podamos tener plena confianza
también en el Redentor, y en su obra acabada para con nosotros, podamos
reposar también de nuestras “obras, como Dios de las suyas.” — Heb.
4:3, 10
Ésta es la explicación de Pablo del reposo de
Dios, y de cómo participamos en él. ¡Cuánto mejor es esto en vez de
pensar que Dios está inactivo por veinticuatro horas, como si se
cansara! No puede ser así ya que el Profeta Isaías escribió, “¿No has
sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los
confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio.”
(Isa. 40:28) Además, hay mucha evidencia en las Escrituras de que los
días de la creación en Génesis no fueron días de veinticuatro horas,
sino épocas largas de tiempo. Sobre este punto, referimos al lector a
nuestro folleto titulado “Creación.” (En proceso de traducción al
español.)
Las dificultades se presentan cuando tratamos
de pensar que el sábado de Dios se limita a un periodo de veinticuatro
horas cada semana. El día bíblico empieza a la puesta del sol y
continúa hasta la puesta del sol de la próxima noche. El séptimo día de
la semana se santifica, dicen, por el hecho de que Dios descansa en
este día. Así que si descansamos en este día, estamos descansando con
Dios.
Pero, ¿qué hacemos con el hecho de que el sol
se pone en horas distintas, dependiendo de la parte del globo en la
cual uno vive? Hay una diferencia de ocho horas entre el tiempo que se
pone el sol en Europa occidental y cuando lo hace en California.
Además, hay unas horas de diferencia entre la puesta del sol en el
norte y la puesta del sol en el sur. En los círculos árticos y
antárticos hay seis meses de día y seis meses de noche. Para guardar un
Sábado del séptimo día en estas regiones significaría descansar por un
año entero cada séptimo año. ¿Seguiría Dios tal horario en cuanto a su
reposo? O, si debiéramos establecer la largura del día según nuestros
relojes, ¿sería esto en armonía con la Biblia?
Más aún, ¿cómo podemos estar absolutamente
seguros que sábado es, hoy en día, el séptimo día de la semana que fue
establecido en Sinaí o en la Creación? Aún si lo fuera en América, no
lo sería después de cruzar el meridiano internacional del cambio de
fecha. Planteamos estas preguntas solamente para enfatizar cuán débil
es el hilo que asegura nuestra esperanza de salvación si depende de
descansar un día todas las semanas, y durante las mismas horas que lo
hace Dios. Cada cristiano debe decidir para sí mismo cuán importante es
este hilo. Pensamos que es mejor basar nuestra esperanza en la roca
sólida de Cristo Jesús y descansar por fe en él.
Apocalipsis 13:16 hace referencia a una
“marca” que se pone en la mano derecha, o en la frente, de los que
adoran una “bestia” particular, o la “imagen” de la “bestia”. Esta
marca de la bestia aparece también en Apocalipsis 15:2; 16:2; y 20:4.
En Apocalipsis 7:2-4 se hace referencia al “sello del Dios vivo.” Se ha
interpretado la marca de la bestia como la observancia del primer día
de la semana como el Sábado cristiano, y el “sello del Dios vivo” se ha
tomado para simbolizar la adherencia al séptimo día de la semana como
el Sábado.
En realidad la palabra sábado no se usa de
ninguna manera en el libro del Apocalipsis, ni tampoco se hace ni la
más mínima referencia a la observancia del Sábado del séptimo día. No
hay ni la más mínima sugerencia en cualquier libro de la Biblia que la
observancia del primer día de la semana como el Sábado sea la marca de
la bestia. Esto es una interpretación arbitraria que se basa en nada
más sustancial que la imaginación teológica.
En Apocalipsis 22:14, según la traducción
Reina-Valera de 1909, leemos, “Bienaventurados los que guardan sus
mandamientos, para que su potencia sea en el árbol de la vida, y que
entren por las puertas en la ciudad.” La “ciudad” que se menciona aquí
se describe en detalle en capítulo 21, y se identifica como “la
desposada, la esposa del Cordero.” (Apoc. 21:2, 9, 10) Se dice que los
doce cimientos de la ciudad son los “doce apóstoles del Cordero.” (vs.
14) Las doce puertas llevan los nombres de las doce tribus de Israel y
son a los cuales se hace referencia en capítulo 7 como tener el “sello
del Dios vivo.”
El marco de circunstancias de los capítulos
21 y 22 es de una ciudad que está completa, y de las naciones del mundo
que andan en la luz de ella, y de los reyes de la tierra que llevan su
gloria en ella. La desposada, la esposa del Cordero — uno de los
títulos bíblicos dado a la iglesia de Cristo — se representa en
capítulo 22:17 al invitar a cualquier persona que quiera tomar del
“agua de la vida gratuitamente.” Por eso, la evidencia es clara que a
los cuales se hace referencia en versículo 14 son los que tienen
derecho al árbol de la vida por guardar sus mandamientos, no son los
seguidores de Jesús de esta edad, sino el mundo de la humanidad durante
el milenio.
Hemos considerado este texto porque en
algunas traducciones se utiliza la palabra mandamientos. Pero, ¿debemos
decidir arbitrariamente que se hace referencia a la observancia del
Sábado del séptimo día? No creemos que esto sería buen uso de la
Palabra de Dios, especialmente en vista de que no hay ni un solo texto
en el entero Nuevo Testamento que dice que la observancia del Sábado
del séptimo día es esencial para obtener la vida eterna.
¿Y que hay de la pretensión de que la
observancia del Sábado del séptimo día sea el sello del Dios vivo? Esto
se basa meramente en la imaginación especulativa. No hay ninguna
autoridad bíblica para ello. En Efesios 1:13, el Apóstol Pablo habla de
los cristianos como los que son sellados con “el Espíritu Santo de la
promesa.” Entonces, los sellados de Dios son los que han recibido su
Espíritu Santo, y son llevados y bendecidos por él. En Apocalipsis 7:3
se dice que el sello de Dios se encuentra en la frente. Evidentemente,
esto es un símbolo de la influencia esclarecedora del Espíritu de Dios
que capacita a los cristianos para que entiendan los planes y los
propósitos de Dios.
Puesto que, como hemos visto, no hay ninguna
autoridad bíblica para suponer que la marca de la bestia sea la
observancia del Sábado del primer día, ¿hay algo en la Biblia que
indica lo que significa tal símbolo? Pensamos que lo hay. Creemos que
una pista se provee por el Apóstol Pablo en su referencia a “las
aflicciones” del Señor Jesús. (2 Cor. 1:5; 11:23-25) En Gálatas 6:17
Pablo escribió, “De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque
yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.”
Este lenguaje se basa en la costumbre de los
dueños de esclavos en los días del apóstol de herrar a sus esclavos con
una marca particular para identificar la propiedad. Pablo había llegado
a ser un esclavo de Jesucristo, y en este texto él recuerda a los
hermanos de Gálata de este hecho, y que ahora, siendo marcado para el
servicio de Cristo, nadie debe tratar de inducirlo a servir a otros
amos. Estos fueron las marcas o indicaciones de su relación con Cristo.
Algunos comentaristas de la Biblia afirman
que lo que ellos llaman la Ley ceremonial fue aquella dada a Israel por
Moisés, mientras que la Ley moral vino de Dios. Hay, por supuesto, una
diferencia entre las observancias ceremoniales y los requisitos
morales. La observancia del Sábado del séptimo día no fue un requisito
moral. Además, la Biblia no apoya el punto de vista de que Dios sea el
autor de una, mientras que sólo la autoridad de Moisés estuvo detrás de
la otra.
Cualquier persona que desee satisfacerse en
este punto lo puede hacer al consultar una concordancia, y comparar
tales expresiones como “la Ley del Señor”, “la Ley de Dios”, y “la Ley
de Moisés.” Éstas se usan intercambiablemente y así prueban que las
leyes de Moisés son tanto leyes del Señor como son las que se dicen que
fueron escritas por el “dedo de Dios” sobre tablas de piedra.
Afirmar que las leyes acreditadas a Moisés no
son leyes del Señor es una forma de alto criticismo. Repudia el hecho
de que este siervo fiel de Dios escribió y habló bajo la inspiración
del Espíritu Santo de Dios. Que los rasgos ceremoniales de la Ley
provinieron del Señor, así como sus requisitos morales, se demuestra en
Lucas 2:22-24. Aquí, se hace referencia tres veces a la ceremonia de
purificación que sigue después de que una mujer da a luz. Una vez se
llama la Ley de Moisés y dos veces la Ley del Señor.
Cuando Dios habló a Israel desde la nube, el
pueblo oyó directamente de él los Diez Mandamientos. El pueblo estuvo
aterrorizado al escuchar la voz del Señor, y pidió a Moisés que
cambiara este arreglo, y así lo hizo. Deuteronomio 5:22 declara del
Señor que “no añadió más.” Esto no significa que el resto de la Ley no
fue del Señor. Ni tampoco lo entendieron así los israelitas, ya que
dijeron a Moisés, “Acércate tú, y oye todas las cosas que dijere Jehová
nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que Jehová nuestro Dios te dijere,
y nosotros oiremos y haremos.” (Deut. 5:27)
Un abogado preguntó a Jesús, “Maestro, ¿cuál
es el gran mandamiento en la ley?” ¿Dijo Jesús que fuera el mandamiento
de recordar el día sabático, y explicó él que los que no lo hicieron
tendrían la marca de la bestia? ¡No! En respuesta a esta pregunta Jesús
no hizo referencia a ninguno de los Diez Mandamientos. Él citó dos
mandamientos y ninguno de los cuales estuvieron entre los diez. Él
dijo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma,
y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas.” — Mat. 22:37-40;
Deut. 6:5; Lev. 19:18
El que Jesús llamó el gran mandamiento fue
escrito por Moisés, pero, por supuesto, bajo la inspiración del
Espíritu Santo. La referencia que Jesús hizo de ello ciertamente prueba
que él lo consideró tanto uno de los mandamientos divinos, como los
diez que fueron escritos por el “dedo de Dios.”
Jesús dijo a sus discípulos, “Un mandamiento
nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que
también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (Juan 13:34, 35)
¡Cuán diferente es esta marca de distinción que distingue a los
discípulos de Cristo, que la de lo ceremonial de la observancia del
Sábado del séptimo día! Si ésta hubiera sido necesaria, seguramente
hubiera sido el tiempo apropiado para incluirla. Sin embargo, Jesús no
lo hizo.
En vista del hecho de que el mandamiento
concerniente al Sábado iba a ser “perpetuo,” algunos lo han
interpretado como que siempre había existido, y que seguiría siendo
obligatorio sobre la humanidad como un requisito para obtener la vida
eterna. (Exod. 31:16) Pero, esto es un punto de vista antibíblico. El
mandamiento concerniente al Sábado fue parte del Pacto de la Ley y la
Biblia definitivamente dice, “No con nuestros padres hizo Jehová este
pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos.” (Deut.
5:2, 3) Es decir, no había existido antes.
La palabra hebrea traducida “perpetuo” no
lleva consigo siempre el pensamiento sin fin. Algunas veces significa
sin interrupción hasta que se cumpla un propósito designado. Pablo
explica que la Ley fue añadida al pacto original de Dios con Abrahán
“hasta que” viniese la Simiente de la promesa. (Gal. 3:19) Esto es el
límite de tiempo de Dios mismo en cuanto al Pacto de la ley.
En Éxodo 35:1, 2 se revela que los israelitas
que no lograron guardar el Sábado del séptimo día morirían. Además,
esto iba a ser un requisito perpetuo. ¿Están practicando tal aspecto de
la misma Ley los que hoy en día insisten en la necesidad de guardar el
Sábado del séptimo día? Esto quizás se pueda interpretar como que los
que no guardan el Sábado ahora morirán la segunda muerte, y así ser
privados de la vida futura. Pero, esto no es lo que dice el texto, y no
fue entendido de esta manera ni por Moisés ni por los israelitas en
general.
¿Es verdad, como sostienen algunos, que algún
papa o gobernante civil o posiblemente un concilio eclesiástico, hizo
un cambio arbitrario del séptimo al primer día de la semana del Sábado
para el cristiano? ¿Es esto un cumplimiento de la profecía de Daniel
tocante al Anticristo, que pensaría “en cambiar los tiempos y la ley?”
(Daniel 7:25) No hay nada en la historia que indica que se hizo esto.
Algunos afirman que el papa Gregorio hizo tal cambio; otros que fue
hecho por Constantino. Mientras que otros más insisten que tal cambio
fue hecho por un papa desconocido. La Iglesia Católica Romana sostiene
que se hizo el cambio, pero esto no prueba nada. Aparentemente, ocurrió
gradualmente a lo largo de los siglos como el resultado de la costumbre
de la iglesia primitiva de conmemorar la resurrección de Jesús en el
primer día de la semana.
Sin embargo, no estamos abogando por la idea
de que el primer día de la semana ahora sea el día correcto para
observarse como el Sábado para el cristiano. Lo que hemos notado en
cuanto al testimonio bíblico, y a la falta de testimonio con respecto a
la observancia del sábado es tanta verdad concerniente al sábado del
primer día como lo es tocante al sábado del séptimo día. Como hemos
observado, Pablo consideró a los que juzgan iguales todos los días de
ser tan fieles al Señor como los que no lo hicieron.
El mandamiento original con respecto al
Sábado no dijo nada acerca de la adoración del Señor en el séptimo día.
Simplemente, sería un día de descanso, y la experiencia humana ha
probado la necesidad de tales días de descanso. La conmemoración de la
resurrección de Jesús en el primer día de la semana fue más
particularmente una ocasión para reunirse para la alabanza y la
adoración. Ciertamente es apropiado, y refleja la gloria a Dios, que su
pueblo así se reúna para la adoración. ¿Y por qué no pueda ser el
primer día de la semana? Ciertamente el primer día de la semana debe
servir como un recordatorio de la esperanza de la vida en Cristo del
cristiano, el resucitado.
Para los cristianos que se consagraron
completamente al Señor y a su servicio, todos los días son días santos.
Para ellos todos los días deben dedicarse al servicio y a la gloria de
Dios. Aun sus deberes seglares deben efectuarse como si fueran al
Señor. (1 Cor. 10:31; Col. 3:17, 23) Al mismo tiempo, aceptan con
beneplácito la oportunidad de un día de descanso de estas obras para
que sus pensamientos y su fuerza puedan usarse más directamente en el
servicio de Dios.
Puesto que el primer día de la semana, en el
mundo cristiano nominal, se considera un día de descanso y adoración,
los cristianos deben alegrarse de observarlo así. Si un cristiano
viviera en una comunidad compuesta de una mayoría que descansan en el
séptimo día, el Espíritu de Cristo le llevaría a un verdadero seguidor
de abstenerse del trabajo seglar en ese día también, y dedicarse a la
adoración de Dios.
Pero, ni en el primer, ni en el séptimo día
de la semana, debe abstenerse del trabajo seglar un cristiano creyendo
que al no hacerlo resultaría en un castigo espantoso por el Señor. Ni
tampoco deben observarse cualquier de estos días como un día de
descanso, creyendo que Dios se lo había mandado al cristiano; ya que
como hemos visto, tales mandatos no nos han sido dados ni por Jesús, ni
por sus apóstoles que hablaban por él.
Nos dicen que Jesús magnificaría la Ley, y
así lo hizo. (Isa. 42:21) Él dijo que el que odiaba a su hermano sin
causa era culpable de homicidio; y que el que miraba a una mujer para
codiciarla era culpable de adulterio. Del mismo modo, el Nuevo
Testamento ha magnificado el mandamiento concerniente al Sábado, como
hemos descubierto de acuerdo con los comentarios de Pablo en el libro
de Hebreos, capítulo 4. ¡Que “reposo” tan glorioso se disfruta por fe
en la obra terminada de Cristo!
El Sábado típico, o el del séptimo día,
enseñaba la fe en la capacidad de Dios de proveer las necesidades de la
vida. Si descansamos ahora en el Señor, entonces, es por causa de
nuestra fe en la provisión de la vida que nos ha hecho, y un
reconocimiento del hecho de que no podemos obtener la vida eterna por
medio de nuestras propias obras. ¡Sigamos, entonces, descansando en él,
y disfrutando de “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento!”