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Dios Y La Razón


INDICE
La Via De Escape
El Creador y Su Creación Humana
La Promesa
¿Ha Fallado el Cristianismo?
El Fin del Mundo
Señales Del Cercano Fin
La Única Esperanza del Mundo
El Nuevo Orden de Cosas



Capítulo I

LA VIA DE ESCAPE

Si en alguna ocasión en la historia del mundo ha habido necesidad de razonar serena, tranquila, e imparcialmente, de parte de todos, es ahora. Pero, el solo razonar, no importa lo inteligentemente que se haga, nunca podrá traer esperanza alguna a menos de que se pueda encontrar algún fundamento digno de confianza para el razonamiento.

Hoy el mundo parece flotar sin esperanza alguna en el tempestuoso mar de las violentas pasiones humanas. Jesús predijo el advenimiento de un tiempo como éste en el cual habría en la tierra “angustia de naciones . . . desfalleciendo los hombres de temor, y en expectación de las cosas que han de venir sobre la tierra habitada.” (Lucas 21:25,26) ¿Qué escape hay?

Esta pregunta se halla prácticamente en los labios y en los corazones de toda persona razonadora en todo el mundo. Todos desean saber si acaso existe algo sobre qué fundar nuestras esperanzas de mejores tiempos venideros. En esta hora de angustia mundial muchos eclesiásticos recomiendan la religión como un seguro consuelo para los sufrimientos de la humanidad. Pero, si la religión puede indicarnos la salida de estos mares de incertidumbre, hacia un puerto de descanso y seguridad, ¿qué clase de religión debemos buscar?

No podremos encontrar una base razonable de fe y esperanza a menos de que identifiquemos la superstición y que la hagamos a un lado, al mismo tiempo que nos esforcemos por conocer y aplicar los principios puros de la verdad presentada en la Biblia, a los problemas del día. Si como creen todos los cristianos, la Biblia es el fundamento esencial de la verdad y de la razón, entonces determinemos a toda costa descubrir lo que en realidad enseña la Biblia.

Si en nuestra investigación de la verdad les parece que destruimos algunas de sus acostumbradas creencias y que cruelmente se las arrebatamos, no crean que esto destruirá su fe en las verdades eternas que enseña la Biblia. ¡No sucederá tal cosa!

La Verdad y la Razón

Cuanto más sea reemplazada la vana superstición por la verdad y la razón, tanto más vendrá a ser nuestra fe una consoladora realidad, y la Biblia adquirirá un nuevo y mayor significado. ¡Y cuánto necesitamos hoy en día que nuestra fe esté basada en un fundamento firme de verdad y de razón por cuanto ciertamente estamos confrontados con muchas paradojas que nos confunden!

Los evolucionistas insisten en que hemos progresado constantemente desde el crudo origen de la civilización en este planeta. Muchos se jactan de los maravillosos descubrimientos de esta “edad moderna,” y sin embargo, nuestro altamente “civilizado” mundo confronta innegables hechos de que la civilización está ahora a punto de ser destruida. A pesar de nuestra sabiduría no somos capaces de mantener nuestra supuesta cultura a la que pretendemos haber llegado.

Ya no es posible evitar hoy que estas cosas lleguen al conocimiento del público. Serios hombres de estado francamente indican la necesidad de hacer algo drástico para salvar la civilización. Prominentes hombres religiosos de todas las escuelas del eclesiasticismo han anunciado seriamente que a menos de que la gente se apresure a buscar a Dios el mundo entero será sumergido en el más grande y horrendo cataclismo de la historia humana.

La Verdadera Solución

Si convenimos en que es dudoso que la diplomacia humana pueda impedir el cataclismo que generalmente se teme, se hace imperioso el encontrar alguna otra solución si queremos tener esperanza alguna para el futuro.

¿Acaso las diferencias religiosas que existen entre los creyentes en Cristo significan que deberíamos abandonar nuestra fe en la Biblia en cuanto a la solución de los problemas, que confrontan al mundo? No creemos tal cosa.

¿Deberíamos entonces llegar a la conclusión de que la gran inteligencia que trajo a la existencia los millones de astros celestiales y que hace moverse incesantemente en el espacio en sus orbitas con absoluta exactitud, ha fallado en su atentado de producir una raza de seres humanos, aquí en este pequeño planeta, que pueda seguir existiendo bajo condiciones de paz no interrumpida y de constante felicidad? La razón indica ¡No!

Cuando Jesús estuvo en la tierra dijo a sus discípulos algo muy definitivo tocante al mejoramiento del mundo. El les dijo: “Vosotros, pues, orad de esta manera: Padre nuestro, que estáis en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Sea hecha tu voluntad, como en el cielo así también en la tierra.” (Mat. 6:9,10) A través de los siglos los cristianos han estado repitiendo esa oración pacientemente esperando su cumplimiento. ¿Será cumplida algún día?

¿Qué clase de leyes tendrá que obedecer el mundo cuando la oración, “Venga tu reino” sea cumplida? Estas son solamente unas cuantas preguntas importantes de las muchas que la razón exige que consideremos si queremos llegar a una conclusión satisfactoria en la discusión de este asunto tan vital para todos los que buscan la verdadera divina solución al presente sufrimiento mundial.



Capítulo II

EL CREADOR Y SU CREACIÓN HUMANA

Es de suponerse que la gran mayoría de nuestros lectores tienen fe en la existencia de un Creador inteligente, o al menos desearían tener fe si fuere basada en la razón. Respecto a esto es interesante notar que eminentes hombres de ciencia hoy día están más y más convencidos de la existencia de una Divina Inteligencia.

Recordamos como ejemplo las palabras del Dr. Miguel I. Pupin, quien en 1927 fue elegido presidente de la Asociación Americana para el Adelanto de la Ciencia. Albert Wiggam, escritor científico, tuvo una entrevista con el Profesor Pupin y cita sus palabras:

“Dondequiera que la ciencia ha explorado el universo ha encontrado que es una manifestación de un principio coordinado, y ese principio coordinado, directivo, yo lo llamo Inteligencia Divina. No hay la menor duda de que detrás de todas las cosas existe un principio definitivo, el que guía y conduce de caos a cosmos.

“Estamos confrontados con la alternativa: Creer que el cosmos, la ley y el orden, son simplemente el resultado de acontecimientos accidentales, o que son el resultado de una definitiva inteligencia. Personalmente, prefiero creer en el principio coordinado, la Divina Inteligencia. ¿Por qué? Porque es más sencillo, más inteligente, y porque armoniza con toda mi experiencia.

“La teoría de que los seres inteligentes, como nosotros, o procesos inteligentes como los movimientos de las estrellas, son el resultado de acontecimientos sin inteligencia, para mi es incomprensible. ¿Y por qué he de aceptar semejante teoría cuando yo mismo, todos los días, veo la evidencia de una inteligencia directiva? Cuando contemplamos las estrellas, cada una moviéndose en su mismo sendero, o, una semilla que crece de acuerdo con un plan determinado hasta formar un árbol, o vemos una criatura desarrollarse en una individualidad humana, ¿es posible creer que todo eso es el resultado de acontecimientos accidentales? En cuanto a mí, no lo creo así.

“¿Por qué he de negar una Inteligencia Directiva de todos los fenómenos cósmicos? Para mí, hombre de ciencia, el asunto está bastante claro. Y fue lo mismo para los profetas hace más de tres mil años. Desde el salvaje más atrasado hasta el profeta más encumbrado, todos han creído que existe una Inteligencia Definitiva dirigiendo todas las cosas. Nada hay que la ciencia haya encontrado que contradiga esto. . . . Verdaderamente, mientras más penetra la ciencia en las leyes del universo, más nos induce a creer en una Divinidad Inteligente.” Estamos muy de acuerdo con lo dicho por el Dr. Pupin.

Por tanto, lo importante para nosotros es saber cómo y hasta qué punto este Creador Inteligente ha revelado al hombre su propósito—particularmente en sus planes tocantes al mismo hombre. Se admite que la Biblia es dicha revelación, y por tanto, nuestro tema se desarrollará sobre tal base.

Hoy día existe la tendencia de dudar de la inspiración de la Biblia. Pero el cristianismo está tan inseparablemente conectado con la Biblia—Antiguo y Nuevo Testamento—que si la repudiamos o la consideramos indigna de confianza, sería mejor abandonar el mismo cristianismo. Afirmamos que comoquiera que sea hay evidencias tanto internas como externas, de que la Biblia es la Palabra de Dios.

Hasta los escépticos admiten que dondequiera que la influencia de la Biblia haya sido sentida, su fuerza moralizadora ha mejorado al mundo. Por esta razón se le ha llamado “la antorcha de la civilización.” No habría hoy crisis mundial si las leyes de la Biblia hubieran sido observadas fielmente por los gobernantes y las gentes de las varias naciones.

Un libro que durante tantos siglos ha hecho tanto bien seguramente es digno de examen antes de desecharlo. Además, a despecho de los evolucionistas, jamás se ha ofrecido otra explicación satisfactoria con respecto al origen y destino del hombre aparte de la sugerida por la Biblia.

El Relato de la Creación Según el Génesis

El relato bíblico de la creación y la historia de la caída del hombre en el Jardín del Edén han sido muy criticados por los evolucionistas. Sin embargo, en años recientes muchos hombres de ciencia han reversado su posición tocante a este asunto. En 1932 el Profesor René Thevenin, de Francia, en una serie de artículos publicados en Estados Unidos tocante a la edad de la raza humana, dijo: “Antes de que la ciencia termine de buscar en las cuevas y en el fondo del mar tal vez lleguen a probar que hay considerable verdad en la leyenda de la caída del hombre.”

La enseñanza bíblica de la caída del hombre es según creemos, mucho más que una “leyenda.” Está basada en el hecho de que el hombre fue originalmente creado perfecto y se le dio un hogar perfecto al oriente del Edén. (Gén. 2:8) Por lo tanto, nuestra investigación comenzará desde este punto de vista.

De acuerdo con la Biblia la raza humana principió con sólo dos personas especialmente creadas—Adán y Eva. ¿Será razonable suponer que esto es verdad? La presente población de la tierra precisamente indica eso. Todos saben que la raza humana ha aumentado constantemente durante el entero periodo histórico. Consideremos cuál sería la población de Europa hoy si América no hubiera sido descubierta hace cerca de cinco siglos.

No es necesario tener una inteligencia extraordinaria, ni fe, para determinar que si comenzamos con la presente proporción de aumento de población, y calculamos inversamente una constante disminución llegaremos al punto donde hallaremos solamente una pareja de seres humanos—precisamente al tiempo cuando comenzó la historia, y cuando el hombre, conforme a la Biblia, fue creado. Esto, junto con los últimos descubrimientos arqueológicos que revelan que el hombre al principio de la historia tuvo un grado mayor de civilización que tiempos después, constituye una buena evidencia a favor del relato del Jardín del Edén, según el Génesis.

Por falta de suficiente espacio no podemos hacer en este folleto un análisis científico y detallado sobre este asunto, pero confiamos en que quienes estén interesados, y especialmente los que tengan alguna duda sobre el particular, buscarán los verdaderos hechos a este respecto desde el punto de vista científico, en vez de dar crédito a las infundadas suposiciones de los evolucionistas.*

* NOTA: Como una ayuda para este estudio le recomendamos el folleto “Creación”, publicado por la Asociación de los Estudiantes de la Biblia el Alba.

¿Será acaso difícil creer que la misma Potencia e Inteligencia que creó el gran universo, del cual los hombres de ciencia tanto dicen, también haya podido crear la primera pareja de seres humanos por medio de un acto especial creativo? Si el hombre y todas las otras formas de vida no son el resultado de la fuerza creativa de un Inteligente y Supremo Ser, ¡que los hombres de ciencia expliquen el fenómeno de la vida de otra manera aceptable! Mientras tanto, la razón sugiere que es mejor aceptar el relato que da la Biblia de la creación, y de acuerdo con ella tratar de descubrir el designio del Creador para la raza humana.

Un Procedimiento Romántico

La historia de la creación, según el libro del Génesis, nos dice que el hombre fue creado primero, sin tener compañera. Luego Eva fue creada. ¿Acaso el novelista más ingenioso del mundo ha concebido una manera tan romántica de hallar una esposa para su protagonista, comparable con la historia de la creación de nuestra madre Eva? Si Dios tuvo el poder de crear a Adán (y ¿de donde vino el hombre si Dios no lo creó?) seguramente que el tomar una de sus costillas y producir de ella una mujer, sería una cosa muy sencilla para el Creador al preferir el adaptar dicho procedimiento.

Se nos habla además del admirable Jardín del Edén, el hogar que Dios proveyó para su perfecta creación humana. Seguramente que no es nada irrazonable suponer que Dios, después de haber creado al hombre, proveyera un hogar conveniente para él. ¿Por qué dudar dicha historia, la que nos dice solamente lo que todos deben admitir? El libro del Génesis revela que Dios creó los seres humanos para que vivieran en la tierra no en el cielo, en el infierno, o en el purgatorio. Se les ordenó que obedecieran las leyes del Creador, que se multiplicaran, y que llenaran la tierra. Nada se dijo a Adán ni a Eva de que se prepararan para ser llevados al cielo.

Con el fin de volver a los hechos fundamentales, supongamos por un momento que el propósito divino de que el hombre llenara y sojuzgara la tierra se hubiera cumplido tal como Dios lo ordenó, ¿a qué hubiera conducido tal cosa? Simplemente a que la familia humana, aumentando gradualmente en números, en armonía con el mandato divino, hubiese hallado que su hogar en el Jardín del Edén era demasiado pequeño, y por lo tanto, le hubiera sido necesario extender sus límites.

Dios les ordenó que llenaran la tierra, pero no que la sobrellenaran. Ciertamente que la sabiduría y el poder divinos, cuando haya nacido suficiente gente para poblar adecuadamente la tierra, podrá hacer cesar la propagación de la raza humana. ¿Acaso hay algo ilógico en un programa como esto? ¿No es razonable y exactamente lo que pudiéramos esperar de un sabio y amoroso Creador? Pero, para visualizar el gran alcance de todo esto es necesario desembarazar nuestras mentes de todos los terribles sufrimientos y miserias que existen entre nosotros. El egoísmo del hombre caído ha traído todo el sufrimiento que hay en el mundo hoy. Tal sufrimiento hubiera sido desconocido si el hombre hubiera permanecido en armonía con su Creador.

¿Y la muerte? Esta también hubiera sido una experiencia desconocida a la raza humana. La ciencia moderna admite que las células vivientes, al estar en condiciones favorables, podrían reproducirse indefinidamente. La muerte vino como resultado del pecado, y con la muerte vinieron también el sufrimiento, las enfermedades y la aflicción. ¡Imaginémonos una raza humana perfecta, libre de todo egoísmo, enfermedades y muerte! ¿Que les parece? Mas alguien dirá, ¿de qué sirve pensar en algo que de ser una posibilidad se ha perdido para siempre? Pero ¿acaso tal posibilidad ha desaparecido para siempre? Las Sagradas Escrituras dicen ¡NO! El programa divino de redención y restauración, por medio de Cristo, garantiza que lo que hubiera podido ser aun tendrá que ser.



Capítulo III

LA PROMESA

“Serán bendecidas en tu simiente todas las naciones de la tierra, por cuanto has obedecido mi voz.”—Génesis 22:18.

Es evidente que si queremos razonar correctamente con respecto a Dios, será necesario primero remover las muchas supersticiones que han motivado que muchos pierdan la fe en Él y el libro que se reputa ser Su Palabra de Verdad. Esto no es fácil de hacer, pero esperamos que esta discusión ayude en gran manera a tal fin.

Por supuesto que no todos se sienten seguros de si deben o no aceptar la Biblia como el registro auténtico del origen y destino del hombre, pero por lo menos todos deberían sentir interés en lo razonable de la presentación de este asunto cuando se analiza detenidamente¾especialmente después de que todo vestigio de tradición haya sido eliminado de la simple y directa historia. ¿Cuál es, entonces, la historia bíblica con respecto al hombre, haciendo a un lado las supersticiones y especulaciones humanas?

La Biblia dice que después de que el hombre fue creado Dios dijo a nuestros primeros padres que “morirían” si desobedecían su ley —“el día que comieres de él de seguro morirás.” (Gén. 2:17) Bien claro es esto. ¿Pero acaso es verdad? Sí; esta declaración, hecha hace mucho tiempo a los progenitores de la raza humana está comprobada hoy día por miles de millones de tumbas que atestiguan la horrenda veracidad de esta ley.

En este punto, entonces, es evidente que el libro del Génesis está en armonía con la incontrovertible realidad. El hecho de que Adán realmente no fue a la tumba en el mismo día en que desobedeció la ley divina no significa que la pena de muerte no haya sido literal. Una traducción critica del texto hebreo concerniente a este punto, es decir, a la pena de muerte, dice “muriendo morirás.” (Gén. 2:17, margen) Esto demuestra que el proceso de muerte comenzó desde luego, y continuará hasta que la vida llegue a ser extinguida.

Pero, también algo más ocurrió en el Edén. Por otro conducto, aparte del Creador, fue hecha una declaración a nuestra madre Eva, en las palabras: “¡No moriréis!” (Gén. 3:1-4) Esta insinuación de que Dios había mentido a sus criaturas se dice que provino de la “serpiente.”

Cuatro mil años después el Apóstol Juan identifica a esa “serpiente antigua” como “el Diablo y Satanás,” el cual ha engañado a todas las naciones. (Véase Apocalipsis 20:1-3) Tenemos entonces dos declaraciones contradictorias, una de parte de Dios, la cual dice que el hombre “moriría,” y la otra que proviene de uno designado por las Escrituras como engañador, quien insiste en que el hombre “no moriría.” La primera de las dos está comprobada por los hechos. La muerte es verdaderamente una realidad, de la cual la Biblia dice: “Pero los muertos nada saben ya,” y también: ‘Porque en el sepulcro, a donde vas, no hay obra, ni empresa, ni ciencia, ni sabiduría.”” —Ecles. 9:5, 10

La Gran Decepción

Pero, ¿qué vemos con respecto a lo que dijo la serpiente, “No moriréis”? ¡Cuán veraz ha sido tal aseveración a través de los siglos? Jesús dijo que la “serpiente antigua” es “padre de mentiras.” (Juan 8:44) Si, por lo tanto, la historia del Génesis es verdadera (y bien sabía Jesús lo que él decía) debemos encontrar alguna evidencia de los esfuerzos engañadores de Satanás en cuanto a la muerte. Y, si como indica el Revelador, esta “serpiente antigua” ha engañado a todas las naciones, debemos suponer que sus decepciones se manifiesten universalmente.

¿Acaso, hallamos tal evidencia? ¡Sí! En tanto que Satanás dijo definitivamente que el comer del fruto del árbol prohibido no resultaría en la muerte, sin embargo, Adán y Eva, lo mismo que todos sus descendientes han muerto o están muriendo. Por consiguiente, se hizo necesario que Satanás se esforzara por probar su punto. Indudablemente, Satanás no quiso excusarse por haber acusado falsamente a Dios de ser mentiroso. Por tanto, decidió dar el siniestro paso de hacer creer a la gente que lo que parece ser la muerte no es la muerte sino la entrada hacia otra más elevada forma de vida. Y a causa del temor innato de la muerte en los corazones humanos, casi toda la humanidad ha preferido creer la mentira de que no hay muerte. Por medio de esta gran decepción se ha hecho creer a la mayor parte de la gente que la muerte en realidad es amiga en vez de ser enemiga, como lo dice la Biblia. (1 Cor. 15:26) Sin embargo, hay una gloriosa esperanza de vida futura, no debido a que el hombre no pueda morir, sino por cuanto ha de ser resucitado de entre los muertos.

¿Pero cómo podremos comparecer ante nuestro Creador cuyas leyes han sido quebrantadas? ¿Cuál es la base de la esperanza de que todo aquel que crea tendrá la oportunidad de obtener el favor de Dios y gozar de nuevo del privilegio de vivir eternamente en completa felicidad? ¿Acaso Dios cancelara su decreto de condenación en contra nuestra si simplemente prometemos enmendarnos?

La Biblia señala el plan del Creador por medio del cual la perdida raza humana tendrá la oportunidad de volver a estar en armonía con él, pero si queremos conocer la verdad tocante a esto, es necesario proceder con cautela. Es evidente que jamás llegaremos a obtener las respuestas a nuestras preguntas si inquirimos de la teología tradicional en espera de encontrar una base razonable de fe y consuelo. Por lo tanto, limitaremos nuestra investigación a lo que dice la Biblia. Hasta aquí la Biblia está en armonía con los hechos establecidos, y también con la razón. Esto nos inspira confianza. ¿Acaso será razonable suponer que tenga una solución satisfactoria para este problema relativo al destino humano?

El libro del Génesis 3:15, demuestra que el Creador aun desde el mismo principio intentó hacer algo más a favor de la raza humana y no únicamente condenarla a la muerte. La promesa dice que “la simiente de la mujer” herirá la cabeza de la “serpiente.” Por supuesto, esta es una declaración muy vaga e indefinida; pero, a la luz de las revelaciones divinas subsiguientes se ve que es maravillosamente significativa.

Por ejemplo, cuando nos dirigimos casi al último capítulo de la Biblia¾Apocalipsis 20:1-3¾allí descubrimos que el Apóstol Juan declara que en una visión él vio a un ángel poderoso que bajó del cielo y prendió aquella “serpiente antigua” y le ató por mil años, “para que no engañase más a las naciones.” Este es un cuadro profético ilustrando el cumplimiento de la vaga promesa del Génesis 3:15, que la simiente de la mujer magullaría la cabeza de la serpiente. En otras palabras, en ese lenguaje altamente simbólico el Creador nos asegura por medio del Revelador que el pecado de nuestros primeros padres no resultará en la ruina perpetua de la raza humana, sino que a su debido tiempo, él proveerá el debido remedio, y la serpiente misma será destruida.

De esta manera se muestran los dos extremos, por decirlo así, de la promesa de Dios—la promesa hecha en el libro del Génesis de que la cabeza de la “serpiente” sería quebrantada, y la visión dada al Revelador concerniente a la misma “serpiente” siendo atada y finalmente destruida. Prosigamos con nuestra investigación en el registro sagrado con el objeto de hallar algunos detalles de cómo la nefasta obra de Satanás será destruida, y la raza humana restablecida al Paraíso perdido.

La Promesa de Dios a Abrahán

Dejando las tristes escenas del Edén, lleguemos al tiempo de Abrahán, más de dos mil años más tarde. De ese tiempo en adelante ya no es necesario aceptar muchas cosas por fe. Los arqueólogos recientemente han excavado a Ur, sitio en donde nació Abrahán y también varias ruinas de Canaán, las que corroboran prácticamente todo detalle de la historia de la Biblia durante ese periodo. En vista de estos descubrimientos, hasta los mismos escépticos admiten que la Biblia de ninguna manera es una colección de “fábulas,” como en un tiempo muchos llegaron a creer.

Dios hizo a Abrahán una extraordinaria promesa la cual todavía no ha sido cumplida. Dios le dijo: “Y serán bendecidas en ti todas las familias de la tierra.” (Gén. 12:1-3; 22:18) Más tarde, cuando su hijo Isaac había ya crecido, Dios repitió esta promesa y también la confirmó con juramento. Pero Abrahán murió sin haber visto cumplida la promesa. Por lo tanto, la promesa pasó a Isaac, y luego a su hijo Jacob. Esaú, el hermano mayor de Jacob, le vendió su primogenitura por un potaje de lentejas.

Finalmente, Jacob llegó al término de su vida sin haber visto cumplidas las promesas de Dios de bendecir a todas las naciones. Entonces, en su lecho de muerte pasó la promesa a su hijo Judá. Por falta de espacio no nos es posible examinar en el Antiguo Testamento todas las promesas relacionadas que explican claramente este pacto original hecho con Abrahán. Baste decir que en estas promesas los judíos vieron representado una gran personalidad, el “León de la tribu de Judá,” del cual ellos acostumbran a hablar como su Mesías venidero. (Gén. 49:8-10; Apoc. 5:5) La tremenda influencia de estas antiguas promesas ha sido una de las causas contribuyentes a que el pueblo de Israel se haya mantenido separado del resto del mundo por más de cuatro mil años. Los judíos ahora son un testimonio vivo de la realidad de las promesas que Dios hizo a ellos en tiempos pasados, y por medio de ellos, como su “pueblo escogido.” Sin embargo, muchas de esas promesas todavía no han sido cumplidas.

El Mesías Prometido

Al tiempo del primer advenimiento de Jesús muchos de los judíos estaban alertas tocante a la llegada del prometido Mesías. Se dice que una noche, en los collados de Judea donde los pastores cuidaban los rebaños de ovejas, de repente apareció una luz sobrenatural y se oyó el sonido de voces extrañas. Alguien dirá: ¡Eso es increíblemente fantástico!

Recordemos que si la Biblia es lo que se dice ser, la revelación de los propósitos del Creador tocante al hombre, del mismo Creador que trajo a la existencia todas las otras obras maravillosas de la creación, entonces no será difícil creer que ese Ser Supremo Inteligente también haya creado varios órdenes de seres espirituales superiores al hombre. Y si él quiso que estos seres angélicos se comunicaran con el hombre en una ocasión tan importante como el nacimiento del Salvador, fácilmente pudo hacerlo. ¡Y eso precisamente fue lo que hizo! Por medio de uno de estos poderosos ángeles Dios anunció a los pastores: “No temáis, pues he aquí, os traigo buenas nuevas de gran gozo el cual será para todo el pueblo, porque hoy os ha nacido en la ciudad de David un Salvador, el cual es Cristo, el Señor.”” —Lucas 2:10,11.

La palabra CRISTO, en el idioma original, griego, es equivalente a la palabra hebrea MESIAS. De aquí que la declaración angelical simplemente significa que el Mesías del mundo, prometido por Dios desde hace largo tiempo, había realmente nacido y verdaderamente sería el Salvador del mundo. Por tal razón, fueron “nuevas de gran gozo” para todo el pueblo, es decir, “todas las familias de la tierra” serían bendecidas como resultado de ese nacimiento. ¿Pero cómo sería el Mesías, el Salvador del mundo? ¿Qué clase de bendiciones serán dispensadas a todos?

Según hemos visto anteriormente, la raza humana, a causa de la transgresión de Adán, perdió el privilegio de vivir eternamente en la tierra. Entonces, si la muerte en realidad es la muerte, como manifiestamente lo es, no hay manera alguna de que alguien pueda ser “salvo” a menos que sea librado de la pena de muerte y restablecido a la vida.

“Paz en la Tierra”— ¿Cuando?

Pero, ¿por qué aun cuando este Salvador o este Mesías vino al mundo hace más de dos mil años la humanidad continua muriendo lo mismo que antes? ¿En qué sentido es él su Salvador? Si no hay tormento eterno del cual rescatar a la raza humana, entonces ¿de qué salva el Mesías, y de qué manera? ¿Será acaso diferente la humanidad después de ser salva?

Por supuesto que todos han oído la hermosa música y los inspiradores sermones anunciando la Navidad cada año en las iglesias de la cristiandad. El cántico que dice “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres” se proclama año tras año en todas partes del mundo. Pero, ¿acaso no es verdad que hasta ahora estos anuncios no han sido más que palabras? ¿Acaso el cántico de “paz en la tierra” en los oídos de un soldado moribundo significa algo para él? En tiempo de guerra los discípulos de Jesús de una nación arrebatan la vida a los discípulos de Jesús de otra nación, considerando tal cosa como deber cristiano. Si esto lo hacen sinceramente, ¿estarán dispuestos a reunirse con sus hermanos en la felicidad celestial? ¿Es ésta la manera en que se cumplirá la promesa de “paz en la tierra?” Nuestro estudio todavía no se ha desarrollado lo suficiente para suplir las respuestas a estas difíciles preguntas; prosigamos sin embargo, a ver si la Biblia tiene algo satisfactorio que decir tocante a ellas.

Ya trazamos las promesas mesiánicas desde el tiempo del Jardín del Edén hasta el tiempo de la venida de Jesús y vimos que estas promesas se cumplirán por medio del Maestro. El Apóstol Pablo indica esto en el libro de Gálatas 3:8,16, donde claramente identifica a Jesús como la prometida “simiente de Abrahán.” Juan el Bautista introdujo a Jesús diciendo: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.” Juan claramente reconoció a Jesús como el Mesías prometido. (Juan 1:29) Más tarde apresaron a Juan y en tanto que estaba preso se preguntó si no se había equivocado. Luego, Juan envió unos mensajeros a que preguntaran a Jesús si él era realmente el Mesías, y Jesús envió una respuesta muy interesante. El dijo a los mensajeros que recordaran a Juan que él, Jesús, había sanado enfermos, que los ciegos veían, los cojos andaban, los sordos oían, y que en ciertos casos los muertos eran resucitados.

Las Obras de Jesús Cumplen la Profecía

¿Por qué contestó Jesús de esa manera? Por cuanto los profetas habían predicho que el Mesías haría cosas como ésas. De esta manera Juan quedó convencido. Y no sólo Juan quedó convencido por las grandes obras de Jesús sino que también muchos otros en el tiempo de Jesús se convencieron de la autoridad del Maestro, y de que el prometido reino mesiánico estaba por establecerse para la bendición de Israel, y por medio de Israel, de la humanidad entera—“todas las familias de la tierra.” El pueblo se entusiasmó tanto que se trató de hacer rey a Jesús, aclamándolo en tal capacidad cuando entró en Jerusalén cabalgando en una asna.

Cinco días más tarde sucedió algo que desconcertó a los discípulos y a otros que veían a Jesús como el Mesías. Los guías religiosos del tiempo de Jesús se indignaron a causa de su popularidad, y conspirando en su contra, después de prenderlo, lo acusaron ante un pretendido tribunal que lo condenó a muerte, finalmente siendo crucificado como malhechor. ¿Qué significa todo esto y cómo pudo ocurrir que aprehendieran al Rey de la tierra y lo crucificaran? Tales acontecimientos no estaban en armonía con el concepto que los discípulos tenían con respecto al Mesías y a lo que iba a hacer, es decir, a establecer un reino y ser el rey de ese reino y el Libertador del pueblo. ¡Cuán grande sería el desengaño de ellos al ver sus esperanzas desvanecidas!

Tres días después de esto dos de los entristecidos discípulos del Maestro iban en camino hacia Emmaús cuando de repente un “extranjero” se acercó a ellos. Al darse cuenta de su aflicción les preguntó cuál era la causa. Entonces ellos le relataron los acontecimientos de los últimos días y la amarga experiencia que habían sufrido tocante a sus esperanzas relacionadas con el milagroso hombre de Nazaret.

¿Por Qué Murió Jesús?

Entonces el extranjero, quien en realidad era el Cristo resucitado, aprovechó la oportunidad para explicarles por qué el Cristo había muerto, y que su muerte era sabida de antemano y predicha por el Padre Celestial, siendo una necesidad precursora de las prometidas bendiciones que vendrían por medio del glorioso reino milenario.

Más tarde estos dos discípulos al relatar sus experiencias, se decían uno a otro: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros, mientras hablaba con nosotros por el camino y nos abría el sentido de las Escrituras?” (Lucas 24:32) Ciertamente, estos dos discípulos tenían mucha razón de estar alegres. Se daban cuenta ahora de que la muerte del Maestro no había sido una trágica equivocación, como lo suponían, ni tampoco era evidencia de que él no fuera el Mesías. Finalmente, los discípulos se dieron cuenta de que la muerte de Jesús fue una absoluta necesidad para que la humanidad recibiera las bendiciones prometidas por Dios.

Más tarde uno de los discípulos explicó que Jesús, en su naturaleza divina, era el “Logos” (traducido “Verbo” en Juan 1:1). Este “Logos” o Palabra de Dios fue hecho carne con el propósito de que muriera como precio correspondiente o “rescate” por Adán y la raza humana condenada a muerte por causa de él. (1 Tim. 2:3- 6; Rom. 9:12) Quizá por ignorancia, o intencionalmente, ocultando el debido significado del texto griego, según aparece en Juan, capítulo 1, los traductores han hecho aparecer como que el “Logos” o el “Verbo,” es el Divino Creador. Pero una traducción correcta del pasaje revela el hecho de que el “Logos” es “un dios (o poderoso), en tanto que el Creador es “el” Dios¾el Supremo, el Todopoderoso.

El apóstol nos dice que el Logos fue el instrumento de Jehová en toda la obra creativa: “Todas las cosas por medio de él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho fue hecho.” (Juan 1:3) Sin duda que a eso se debe que el pronombre “nuestra” se emplea en la narrativa de la creación en el Génesis: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza.”” —Gén. 1:26

Las Escrituras hablan de la unidad del padre y del Hijo, pero esto significa unidad de propósito y de voluntad, no del mismo ser. Jesús pidió al Padre Celestial que esta unidad existiera también entre él y sus discípulos. (Juan 17:21-23) Que Jesús no se consideró ser una persona igual al Creador, o que fuera su mismo Padre, está claramente demostrado por sus mismas palabras cuando dijo: “El Padre mayor es que yo.”” —Juan 14:28

Los discípulos sabían que los gajes del pecado son la muerte—no vida en tormento—por esto es que fue fácil para ellos entender cómo la muerte de Jesús, quien fue “hecho carne” con este mismo propósito, podía pagar esa pena y abrir un camino por medio del cual el mundo pudiera llegar a estar en armonía con Dios, y por consiguiente, obtener la vida. Pero, antes del Pentecostés aún había para ellos algo misterioso acerca de todo este asunto. Aun cuando sabían que Jesús, su Mesías, había sido resucitado de entre los muertos, solamente le vieron unas cuantas veces, finalmente dejándolos por completo. ¡Qué cosa tan extraña! La última vez que lo vieron les dijo que esperaran en Jerusalén hasta que recibieran nuevas instrucciones por medio del Espíritu Santo. Seguramente que estas cosas parecieron a los discípulos muy extrañas de parte de aquel a quien ellos aún creían ser el Mesías prometido.

No solamente los primeros discípulos se sintieron confundidos, por algún tiempo, a causa de estos inesperados acontecimientos sino que muchos otros, desde entonces, han malamente entendido su verdadero significado, y como resultado, han provenido erróneas teorías. Si Jesús no vino a establecer un reino literal en la tierra, entonces tiene que haber alguna otra razón para que él haya venido; por eso, a muchos ha parecido lógico llegar a la conclusión de que su muerte y su resurrección fueron con el objeto de que pudieran ser salvos de los tormentos eternos del “infierno” y ser llevados al cielo después de la muerte. Pero el Mesías va a establecer su reino terrenal y a su debido tiempo bendecirá a todas las familias de la tierra, como lo veremos más adelante.

En tanto que más y más personas sensatas cesan de creer en el dios del tormento eterno inventado en la época de la superstición e ignorancia quieren ahora saber por qué han pasado casi dos mil años desde que Jesús dejó a sus discípulos, y por qué el mundo todavía se encuentra bajo la influencia del egoísmo y tienen ahora menos fe en el Mesías. La gente pensadora se pregunta: ¿Si Jesús va a convertir al mundo y a salvarlo del fuego del infierno, por qué es que ha habido tan poco progreso en este sentido? Y también: ¿Si el propósito mesiánico es establecer un reino en la tierra, y de este modo bendecir a la humanidad con vida y felicidad, por qué esto no ha sido cumplido?

Si la Biblia es la Palabra de Dios, como lo afirmamos, debemos esperar entonces encontrar en ella las respuestas a estas razonables preguntas. Pero, debemos recordar que la Palabra de Dios dice: “Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son mas altos que vuestros caminos y mis pensamientos que vuestros pensamientos.” (Isa. 55:8-11) Esto no significa que no debemos tratar de estudiar los pensamientos de Dios por cuanto él mismo nos invita a que arguyamos o razonemos juntos (Isa. 1:18). Cuando aceptamos esta invitación a razonar con el Creador, por medio de su Palabra inspirada, encontramos lo que satisface a nuestra mente y a nuestro corazón.



Capítulo IV

¿HA FALLADO EL CRISTIANISMO?

Para contestar correctamente esta pregunta es necesario saber a ciencia cierta lo que constituye el cristianismo, y qué intentó Dios que realizara en la tierra. La Biblia presenta a Cristo como el Salvador del mundo, y por esto se supone que Dios dispuso que el mundo fuera convertido a él, para así ser salvo de la muerte. Pero, desde que Jesús vino al mundo a morir por la humanidad han pasado cerca de dos mil años y el mundo todavía no ha sido convertido. Hasta el mismo cristianismo nominal rápidamente está perdiendo terreno y naciones enteras oficialmente se oponen a toda clase de religión. ¿Podremos decir, por esto, que el plan de Dios ha fallado?

Los discípulos, en tiempos de Jesús, fundaron sus esperanzas del reino mesiánico en las profecías del Antiguo Testamento, y por lo tanto, sus esperanzas, en su mayor parte, eran correctas. Pero, no entendieron bien que el tiempo no había llegado todavía para el establecimiento de ese reino. Lo mismo sucede con la mayoría de los cristianos desde entonces: Su creencia de que Dios convertirá al mundo por medio de Cristo y la iglesia es correcta, pero no han podido entender que según las Escrituras ésta no es la época en la cual Dios ha dispuesto que se lleve a cabo dicha obra.

Así como los primeros discípulos de Jesús no se dieron cuenta de que, según las profecías, el Mesías debería sufrir y morir como el Redentor del mundo antes de que el mundo llegara a obtener las prometidas bendiciones del reino, tampoco los cristianos hoy día han podido ver que conforme a las Escrituras la verdadera iglesia de Cristo también tiene que sufrir y morir con él antes de tener el privilegio de participar con Cristo en el futuro reino, y en la conversión y bendición de la humanidad. El Apóstol Pablo claramente dice: “Y si hijos, luego herederos; herederos de Dios, y coherederos con Cristo, si es así que sufrimos con él para que también seamos glorificados con él. Pues yo calculo que los padecimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que ha de ser revelada en nosotros.” — Rom. 8:17, 18

La gloria a que se refiere el texto evidentemente es la gloria de ser coherederos con Cristo en su reino mesiánico. Si los que han de obtener esta gloria antes tienen que sufrir con él entonces la presente misión de la iglesia no es la de “conquistar el mundo para Jesús,” sino la de seguir fielmente en sus huellas, es decir, seguir su ejemplo, aun hasta la muerte.

Los Cristianos Siguen a Jesús

En realidad esto es lo que el mismo Jesús enseñó a sus discípulos. En más de una ocasión él dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, y tome su cruz, y sígame.” (Marcos 8:34) El hecho de que los discípulos deberán seguirle aun hasta la muerte se prueba por las palabras de Jesús en el Apocalipsis 2:10, el que dice: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” Con su promesa en Apocalipsis 3:21 se demuestra que tal fidelidad requiere fortaleza de ánimo en el sufrimiento y en la persecución: “Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí, y me senté con mi Padre en su trono.”

Cuando la comisión divina fue dada a la iglesia, se le dijo: “¡Id por todo el mundo, y predicad el evangelio a toda criatura!” (Marcos 16:15) El propósito fue el de que adquiriesen discípulos y dieran “testimonio.” Pero, el hecho de que Dios no intentó que el mundo fuera convertido sino preparar a los cristianos para su tarea futura de reinar con Jesús, se prueba en el Apocalipsis 20:4, el que dice: “Y vi las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús, y a causa de la Palabra de Dios . . . y vivieron y reinaron con Cristo mil años.”

Si la misión de los verdaderos cristianos en el mundo ha sido tan sólo la de dar “testimonio” de la verdad, y, por medio de las experiencias sufridas prepararse para la gran obra futura de convertir al mundo durante el periodo del reino de mil años, entonces se puede ver fácilmente el evidente fracaso del cristianismo. Bien sabemos que el verdadero cristianismo no ha fracasado; solamente la falsa esperanza de los creyentes nominales es la que no ha materializado. Al darnos cuenta de que la presente misión de la iglesia es la de sacrificio y sufrimiento y no la de convertir al mundo, son aclaradas muchas preguntas inciertas y dudosas.

Por ejemplo, ¿alguna vez usted se ha preguntado por qué, por lo regular, los verdaderos cristianos sufren más que los incrédulos? ¿Por qué, después de la venida de Jesús como “la luz del mundo,” la humanidad fue sumergida en un largo periodo de ignorancia y superstición al cual se le ha dado el nombre de “Edad del Oscurantismo”? ¿Por qué hoy hay dos veces más idólatras y ateos en el mundo que en el siglo pasado? ¿Quién no ha pensado alguna vez en estas cosas? Muchos, como resultado, han llegado a creer que el cristianismo es una farsa gigantesca, y que este supuesto fundamento y baluarte de la civilización ha sido un fracaso.

¿Qué es un cristiano?

La idea popular con respecto al cristianismo es que uno llega a ser cristiano de la misma manera que se llega a ser socio de un club, y que esto constituye una especie de salvaguardia en contra de la ira divina, pues de otra manera el individuo iría a parar en un sitio de terrible tormento después de la muerte. Por esto se ha llegado a creer que Dios quiere que todos sean cristianos para que se libren de tan terrible destino. Pero, puesto que ya se ha descubierto que la pesadilla del tormento eterno no se enseña en la Biblia, podremos ahora darnos cuenta mejor de lo que significa ser cristiano.

La palabra CRISTO, traducción al griego de la palabra hebrea MESIAS, se emplea en el Nuevo Testamento para conectar a Jesús con las gloriosas promesas mesiánicas en todo el Antiguo Testamento. Como ya hemos visto, la primera de estas promesas fue dada en el Jardín del Edén cuando Dios dijo que “la simiente de la mujer” quebrantaría la “cabeza de la serpiente.” Otra y más especifica promesa fue dada a Abrahán cuando se le dijo que por medio de su simiente serían bendecidas “todas las familias de la tierra.”

Jesús, el Cristo, vino al mundo como la “simiente” de la promesa para bendecir a toda la humanidad, y las Sagradas Escrituras demuestran que quienes sean verdaderos cristianos y sigan fielmente las huellas de Jesús en sacrificio aun hasta la muerte serán parte de él y de la prometida “simiente.”

El Apóstol Pablo al escribir a los cristianos en aquel tiempo, dijo: “Y si sois de Cristo, entonces SOIS simiente de Abrahán, y herederos según la promesa.” (Gál. 3:29) En su epístola a los corintios, Pablo dice que el Cristo no es un miembro sino muchos. En estas dos declaraciones del apóstol hay algo muy importante que considerar. Dichas declaraciones demuestran que en la elección y desarrollo de los cristianos, Dios solamente lleva a cabo una obra preparatoria en conexión con el futuro propósito de “bendecir a todas las familias de la tierra.” También demuestran que Dios no ha estado tratando de hacer cristianos a toda la humanidad, sino que solamente ha estado eligiendo un corto número, de entre todas las naciones, para asociarlos con Jesús en su futura tarea de bendecir al mundo entero, es decir tanto a los vivos como a los muertos.

Un Pueblo Peculiar

¿Pero quiénes son estos cristianos que Dios está eligiendo para que reinen con el Mesías? ¿En qué iglesia los encontramos? Probablemente hay algunos de ellos en las diferentes denominaciones, pero Dios es el Juez, y solamente él sabe quiénes son. Específicamente, un cristiano es una persona que después de reconocer que era un pecador alejado de Dios, se ha arrepentido, y por medio de la fe en la sangre vertida de Cristo ha consagrado su tiempo, talentos, y todo cuanto tiene a Dios, y quien fielmente trata de llevar a cabo esa consagración. Ser miembro de una iglesia denominacional nada tiene que ver con esto. Véase Rom. 5:1-3.

En el capitulo 15 de Hechos hay una declaración tocante al propósito de Dios concerniente a la elección, en esa época, de los verdaderos cristianos. Se les llama “un pueblo para su nombre.” El apóstol explica que Dios primeramente “visitó a los gentiles” no para hacerlos cristianos, sino para “tomar de entre ellos un pueblo para su nombre,” para unirlos a Cristo. El apóstol dice que después de esto el favor divino volverá a Israel y al ahora caído “tabernáculo de David” (representando la política nacional de Israel) será restaurado, y luego “el residuo de los hombres” y los “gentiles” tendrán la oportunidad de buscar a Dios. Pero, primeramente tiene que completarse la obra de tomar el “pueblo para su nombre” o la desposada de Cristo, compuesta de todos los verdaderos cristianos. —Hechos 15:14-18

Ya que sabemos que Dios no intenta que todos en el mundo lleguen a ser cristianos en esta época, podremos entender muchos pasajes en la Biblia antes muy difíciles de comprender. Por ejemplo, en Apocalipsis 5:10 se nos dice que el futuro reino de Cristo y de la iglesia será aquí mismo “en la tierra.” ¿Cómo podrá ser esto posible si todos, menos la iglesia, fueran tomados de la tierra para ser atormentados eternamente en un infierno de fuego? ¿Sobre quiénes, pues, reinarán en la tierra los santos? Esta dificultad desaparece cuando nos damos cuenta de que las Escrituras dicen que el mundo será bendecido, no maldecido, después de que haya sido elegida y completada la verdadera iglesia.

Considerando el asunto de esta manera veremos que el plan de Dios para la salvación de la humanidad suministra una oportunidad para todos, es decir, para la iglesia y para el mundo en general. Esto no quiere decir que todos serán salvos independientemente de su cooperación. Las Escrituras claramente indican que todos aquellos que pequen voluntariamente después de haber venido al conocimiento de la verdad serán destruidos para siempre, pero no serán atormentados en un infierno de llamas, como dicen los credos de la Edad del Oscurantismo.

La Recompensa de la Verdadera Iglesia

Otra fase interesante respecto a la elección de la iglesia cristiana, la cual estará asociada con Cristo en su reino mesiánico, es que los verdaderos cristianos tendrán una recompensa mayor que el resto del mundo en general. Dios ha dispuesto que la humanidad sea restablecida a la vida aquí en la tierra—el restablecimiento del reino preparado “desde la fundación del mundo,” el cual es un dominio sobre la creación inferior aquí en la tierra, pero a los cristianos el Maestro dijo: “Voy a prepararos el lugar . . . para que donde yo estoy, vosotros también estéis.” (Juan 14:2,3) La iglesia tendrá una recompensa celestial, pero Dios no ha dispuesto llevar a toda la humanidad al cielo, según más tarde veremos en esta discusión.

La perspectiva de vida eterna por medio de la sangre derramada del Redentor es la bendita esperanza que presenta la Biblia a la iglesia y al mundo. Las Escrituras no dicen que el cielo es para los justos y el tormento eterno para los inicuos, pero indican que es cuestión de vida o muerte.

El primer hombre, Adán, desobedeció y perdió la vida; pero Jesús vino a rescatar al hombre y a, con su misma muerte, pagar la pena de muerte. Como resultado, la humanidad tendrá una nueva oportunidad de vivir. Esta oportunidad la tendrán todos a su debido tiempo, pero durante este tiempo del Evangelio, solamente los verdaderos cristianos consagrados son los que en realidad tienen la oportunidad de recibir el beneficio resultante de la muerte del Redentor. Estos, por sacrificarse siguiendo el ejemplo de Jesús, serán recompensados no solamente con vida, sino además, con inmortalidad. Estos son los que “buscan gloria y honra, inmortalidad.” (Rom. 2:7) Quienes sean obedientes durante el futuro periodo de reino, también tendrán la oportunidad de vivir, pero la vida de ellos será vida humana, restituida, y que perdió Adán. Los que sean obedientes vivirán para siempre, no porque sean inmortales sino porque Dios continuará sustentando sus vidas.

¿Por Qué el Mundo no Ha Sido Convertido?

La tarea del verdadero cristianismo, hasta ahora, ha sido el preparar los futuros herederos de las promesas mesiánicas para la gran obra del reino prometido. Con razón, en vista de esto, la pretendida conversión del mundo no ha progresado durante la era cristiana. El Señor sabía que desde el punto de vista humano, el cristianismo parecería un fracaso. Jesús refiriéndose al fin de esta edad, dijo: “Cuando el Hijo del Hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8) El hecho de que muy pocos en el mundo ahora en realidad creen en la Biblia no sorprende a Dios. Su amado Hijo, el Redentor del mundo, previó y predijo esta misma condición. Esta es otra buena razón para que tengamos fe en lo que dice la Biblia.

Los centenares de divisiones entre las llamadas iglesias cristianas fueron igualmente predichas en la Palabra profética. El Apóstol Pablo dijo que vendría una gran “apostasía” de la verdadera fe, y no hay duda de que así ha sucedido.

Si Jesús y sus apóstoles hubieran sido un grupo de impostores dispuestos a organizar un proyecto egoísta para influir favorablemente a la humanidad, ¿acaso hubieran deliberadamente predicho que no pasaría mucho tiempo antes de que todo su proyecto se desbaratara y ellos mismos vinieran a ser la irrisión del mundo? Semejantes pesimistas predicciones no hubieran sido muy animadoras para los primeros creyentes, ni tampoco hubieran inducido a muchos a asociarse a ese movimiento. La sabiduría humana hubiera dicho, “Pintad el futuro lo más resplandecientemente posible, de lo contrario nunca ganaréis muchos conversos.”

Pero, Jesús y los apóstoles no se guiaron por la sabiduría humana. Muy bien sabían que el propósito de predicar el evangelio en esta edad no era el de formar grandes e imponentes organizaciones religiosas. También sabían que Dios no intentaba que con sólo la predicación del evangelio el mundo fuera conducido a los pies de Jesús. Sabían que si una “manada pequeña” de verdaderos cristianos fuera preparada para la obra futura de bendición algunos torcerían con sus errores las gloriosas verdades que el Maestro enseñó y que, como resultado, el cristianismo aparecería como un completo fracaso.

Afortunadamente, el verdadero cristianismo no ha fallado; el plan divino para esta edad se está cumpliendo con gran éxito, y esta obra preparatoria para el nuevo reino está casi completada. Hay mucha evidencia bíblica demostrando que el periodo destinado, conforme al propósito divino, para el llamamiento y preparación de los verdaderos cristianos a reinar con Jesús en su reino mesiánico casi ha terminado. Debería regocijar nuestros corazones el considerar algunas de las evidencias indicativas de que ya hemos llegado al fin de esta edad y al comienzo de la nueva en la cual las predichas bendiciones de paz y vida eterna serán dispensadas a la humanidad.



Capítulo V

EL FIN DEL MUNDO

Las verdades bíblicas pertinentes al “fin del mundo,” en su forma tradicional han sido tergiversadas por la superstición y la decepción satánica al grado de que muchas personas han llegado a sentir repugnancia y horror. ¡Cuantos millones de personas sinceras se han horrorizado al pensar en esta terrible calamidad presentada ante la imaginación por evangelistas demasiados entusiastas! No hace mucho tiempo que un afamado clérigo trató de animar a la humanidad anunciando que el fin del mundo no vendría antes de cincuenta millones de años. Indudablemente, mucha gente religiosa se habrá alegrado de que dicho acontecimiento no se verificara durante su tiempo.

Pero, cuán diferente punto de vista obtendremos sobre el asunto al examinar el registro bíblico, libres de la influencia de los credos de la Edad del Oscurantismo. En la Palabra Sagrada encontramos que el “fin del mundo” es algo que todos deberían esperar con regocijo. Verdaderamente, cuando todas las profecías de la Biblia, relacionadas con este asunto, son debidamente entendidas se percibe que cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar “Venga tu reino; sea hecha tu voluntad en la tierra como se hace en el cielo” (Mat. 6:10), en realidad les enseñó a rogar por el fin de este presente mundo malo y por otro mejor que tomará su lugar.

La Tierra Permanecerá Para Siempre

Las muchas alucinaciones en la mente de la gente tocante al fin del mundo no son enseñadas en la Biblia. Lo que las Escrituras dicen sobre este particular nada tienen que ver con la destrucción por medio del fuego del mundo literal.

Respecto al planeta en que vivimos el Profeta Isaías dice: “Porque así dice Jehová, Creador de los cielos (él sólo es Dios), el que formó la tierra y la hizo, el cual la estableció, no en vano la creó, sino para ser habitada la formó.” (Isa. 45:18) Otro de los profetas de la Biblia nos dice que “la tierra permanece para siempre.” (Ecles. 1:4) Jesús, en su Sermón del Monte, dijo: “Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.” (Mat. 5:5) Todos estos pasajes indican que no es el propósito de Dios destruir la tierra en que vivimos por cuanto la hizo para que viva en ella el hombre.

La palabra “mundo” frecuentemente se usa en la Biblia de la misma manera que la usamos hoy, es decir, no con referencia a la TIERRA, sino a las agrupaciones de gente sobre ella—la sociedad en general. Por ejemplo, si dijéramos que el MUNDO fue sacudido fuertemente por la última guerra mundial no daríamos a entender que hasta las mismas montañas se hubieran volcado o que la superficie de la tierra haya sido afectada de manera alguna. La Biblia usa la misma clase de lenguaje cuando predice los extraordinarios acontecimientos que han de sobrevenir al fin de la presente edad; acontecimientos por medio de los cuales el actual orden social será destruido para dar lugar al Reino del Mesías.

La palabra “mundo” también se emplea en la Biblia para denotar una edad o época. Varios MUNDOS o edades son mencionados en la Biblia. Se nos dice, por ejemplo, de un mundo que terminó al tiempo del diluvio, y sin embargo, la tierra no fue destruida en ese entonces. La Biblia también habla de otro MUNDO que comenzó después del diluvio universal el cual será destruido al tiempo del retorno o presencia de Cristo. Y aún habrá otro MUNDO que comenzará al final del presente mundo. Ese mundo será establecido por medio del reino mesiánico y continuará indefinidamente.

Estos “mundos,” los que funcionan en el planeta llamado tierra, están subdivididos por el Apóstol Pedro en sus aspectos espirituales y materiales bajo los símbolos de “cielo” y “tierra” (Véase 2 Pedro 3). Es evidente que el lenguaje del apóstol en este capítulo es más descriptivo que literal, pues de otra manera nos veríamos obligados a admitir la absurda conclusión de que el Creador intenta destruir el universo entero al insistir en el significado literal. Pedro dice que “los cielos” y también “la tierra” pasarán con “grande estruendo.”

En esta misma profecía el apóstol usa el símbolo de “fuego” para describir las influencias destructivas que pondrán fin al presente mal orden de cosas y que preparará para el pleno establecimiento del reino de Dios o “nuevos cielos y una tierra nueva, en los que habita la justicia.”

Pedro también nos dice que los “elementos” arderán y serán desechos. Es evidente que esto no se refiere a los elementos de la tierra literal puesto que el Apóstol Pablo usa la misma expresión cuando amonesta al cristiano a que no sea engañado por filosofías y vanas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los elementos del mundo y no según Cristo. —Gál. 4:9

Simbolismos Nacionales

Un interesante ejemplo de que la palabra “tierra” cuando se emplea en la Biblia no siempre significa el planeta en que vivimos, se halla en Daniel 7:23. Aquí el profeta habla de una espantosa y terrible “bestia” que devorará toda la “tierra.” Esto en realidad sería una “fábula” si tratáramos de entender de una manera literal por cuanto ¿sobre qué estaría parada esta gigantesca bestia en tanto que devoraba la tierra? Como símbolo, es a lo menos una lección significativa por cuanto la bestia como la tierra son simbólicas.

Todos sabemos que muchas naciones del pasado y del presente están simbolizadas en sus escudos de armas por bestias de varias clases. Los faraones que reinaban sobre el antiguo Egipto usaban el “león” para indicar la autoridad gobernante, e Inglaterra hoy día también usa el león en su estandarte con el mismo propósito. Tenemos además el “dragón” chino, el “oso” ruso, y el “águila” de Estados Unidos. Éstas son ilustraciones para demostrar la aplicación figurativa de las características de las criaturas vivientes a las naciones.

La Biblia también emplea semejante método simbólico para designar a varias de las potencias mundiales de la historia. Por eso, en el pasaje arriba citado la “tierra” simbólica o sociedad organizada está representada como siendo devorada por una bestia. Esta es una buena descripción de la clase gobernante apropiándose los recursos de la sociedad para su propio uso egoísta. Mucha gente en el mundo reconoce estas mismas condiciones y sabe que estas comparaciones están muy conformes con las naciones representadas. ¿Por qué hemos de encontrar dificultad cuando hallamos simbolismos semejantes en la Biblia? Dios nos ha enseñado de esa manera.

La palabra “montaña” es también a veces usada en un sentido simbólico en la Biblia, y cuando es empleada de esa manera simboliza o denota un reino, ya sea uno o varios de los reinos de este mundo, o el futuro reino mesiánico.

El “mar,” cuando se usa simbólicamente en las Escrituras, representa las multitudes humanas, y o el “estruendo” del mar se refiere a la agitación y al descontento de las masas. (Véase Isa. 17:12, 13) Una de las profecías de la Biblia, relativa al progreso de los acontecimientos que toman lugar hoy en la tierra habla de los “montes” siendo traspasados al centro del “mar.” Esta es una buena ilustración del hecho de que muchos reinos de la tierra ya han caído en manos de las masas y que otras poderosas “montañas” de nuestra civilización también eran engolfadas de la misma manera al levantarse la marea de descontento azotando más y más, y persistentemente, en contra de sus baluartes.

Un ejemplo del uso bíblico de estos simbolismos que describen el proceso de desintegración que está destruyendo al presente “mundo” lo encontramos en el Salmo 46:2-6, en donde el profeta dice: “Por tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares.” Clara está que esto no puede ser entendido literalmente por cuanto si la tierra literal fuera removida o destruida no quedaría monte alguno que traspasar a la mar ni mar alguno a donde arrojar a los montes. Mas adelante en el mismo capítulo el profeta interpreta sus mismas declaraciones simbólicas al decir: “Bramaron naciones, conmoviéronse reinos,” y volviendo a su lenguaje simbólico añade: “El (Dios) dio su voz, la tierra se derritió.” —vs. 6

El hecho de que el “derretimiento” de la tierra no significa la destrucción de este planeta en que vivimos se demuestra por medio de los últimos versículos del capítulo en donde el profeta dice que la remoción de la tierra y su derretimiento significa la destrucción de los gobiernos, sedientos de guerras, antes del establecimiento del reino de Dios. En el versículo 10 de este Salmo se prueba que la tierra literal no será destruida por cuanto dice: “¡Callad, y conoced que yo soy Dios! ¡Seré ensalzado entre las naciones; seré ensalzado en la tierra.”

En esta profecía del Salmo 46 hay un extraordinario ejemplo de las diferentes maneras en las que se emplea la palabra “tierra” en las Escrituras. En el versículo 2 se dice que la tierra es “removida”; el versículo 6 dice que se “derritió,” y en el 10, como acabamos de ver, la tierra aun existe y el nombre de Dios es exaltado en ella.

En este nuevo orden el nombre de Dios será exaltado en todo el mundo. Deberíamos regocijarnos por las muchas evidencias que nos rodean atestiguando la proximidad del tiempo cuando Cristo será rey, y cuando el reino del pecado y de la muerte terminará. En el capítulo siguiente examinaremos algunas de estas señales.



Capítulo VI

SEÑALES DEL CERCANO FIN

Puesto que las Escrituras demuestran claramente que el “fin del mundo” no significa la destrucción de la tierra sino solamente el fin de la era presente de pecado, egoísmo y muerte, cualquier evidencia profética o de otra clase, que indique la inminencia del nuevo orden de cosas deberá aclamarse como “buenas nuevas.”

El hecho de que en tiempos pasados vehementes, pero mal informados, religionistas han anunciado prematuramente el advenimiento del Señor y han mal entendido la manera y el propósito de su advenimiento, no debiera desanimarnos en el examen de las profecías sobre este importante asunto. En realidad, deberíamos de aplicarnos a estudiar las profecías bíblicas con el objeto de asegurarnos, si es posible, en donde nos encontramos precisamente con respecto a la corriente del tiempo, y especialmente en cuanto a lo que los profetas han predicho para el tiempo actual. Si hallamos que la Biblia describe exactamente los acontecimientos mundiales del pasado y del presente, esto constituirá otra buena razón para tener confianza en su mensaje respecto al futuro.

Mientras Jesús todavía estaba en la tierra sus discípulos le preguntaron cuál seria la “señal” de su retorno o presencia y del “fin del mundo” o edad. Él les dijo varias cosas por medio de las cuales pudieran identificar los últimos días de este “presente mundo malo.” Una de estas señales pertenece a la simiente natural de Abrahán¾la nación de Israel. El maestro les dijo: “Jerusalén será hollada de las naciones, hasta que los tiempos de las naciones sean cumplidos.” Evidentemente él mencionó la ciudad capital de Israel, Jerusalén, en representación de la nación entera, y dio a entender que los gobiernos gentiles de la tierra continuarían dominando al pueblo y a la tierra de Palestina por un periodo determinado el cual se titula aquí como los “tiempos de los gentiles.”—Lucas 21:24.

La sujeción de los judíos al gobierno de los gentiles comenzó más de seis siglos antes del advenimiento de Jesús, o sea en el tiempo en que Nabucodonosor llevó cautiva a la nación a Babilonia, exactamente 606 años antes de la era de Jesucristo. En el segundo capítulo de la profecía de Daniel se presenta una descripción de las circunstancias que rodean el principio de este periodo de la supremacía de los gentiles. Nabucodonosor estaba en el trono de Babilonia en ese tiempo, y el Señor empleó una manera muy drástica para indicar que con él principiaría el periodo al cual Jesús se refirió como los “tiempos de los gentiles” o de las naciones.

Cuatro Profecías Mundiales Gentiles Predichas

Nabucodonosor tuvo un sueño el cual, al despertar no pudo recordar. Entonces él hizo venir a Daniel, un judío cautivo, quien no sólo pudo recordar al rey su sueño sino que además le dijo también la interpretación. Daniel recordó al rey que en su sueño vio una imagen parecida a un hombre. Esta imagen tenía una cabeza de oro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y sus muslos de cobre, sus piernas de hierro, y sus pies de hierro mezclado con barro.

Al progresar el sueño el rey vio una piedra cortada, no con mano, y esta piedra hirió a la imagen en sus pies, y la desmenuzó. Después de la caída, la imagen se tornó como el tamo de las eras de verano y el viento se la llevó. Entonces la piedra que hirió a la imagen llegó a ser una gran montaña que llenó toda la tierra. —Dan. 2:36-45

La interpretación de Daniel a este extraño sueno es una de las cosas más interesantes de la Biblia porque deja ver un principio, y a través de los siglos, la historia de los gentiles, con la supremacía de Babilonia, ejerciendo el poder hasta nuestros días. En esta interpretación dada por Dios por medio de Daniel, el imperio de Babilonia es identificado como la “cabeza de oro” Daniel dijo al rey de Babilonia: “Tú, oh rey, eres rey de reyes, a quien el Dios del cielo ha dada el reino, el poder, la fortaleza y la gloria; de modo que dondequiera que habitan los hijos de los hombres, las bestias del campo y las aves del cielo, él lo ha dado todo en tu mano, y a ti te ha hecho señorear a todos ellos. Tú eres esa cabeza de oro.” — Dan. 2:37, 38

Antes de esto Dios no había favorecido ni reconocido a ninguna otra nación aparte de la nación judía. Pero ahora los judíos habían llegado a ser súbditos de Babilonia, y el rey de Babilonia fue reconocido por Dios como el primero de esa larga línea de gobernantes gentiles que por un largo periodo de tiempo tendrían a los judíos bajo su mando con el consentimiento divino. Esto marcó el principio de los “tiempos de los gentiles.”

Pero, Daniel no terminó su profecía con la identificación de Babilonia como la “cabeza de oro.” El continuó diciendo a Nabucodonosor que al caer su reino se levantaría otro, un doble imperio, representado por los dos brazos de plata. Este se probó ser el imperio medo-persa, el cual unos cuantos años después conquistó a Babilonia. Daniel también habló de un tercer imperio, representado por el “vientre y los muslos de cobre.” La historia demuestra que este reino fue Grecia, la que sucedió a Medo-Persia como potencia mundial.

Pero, Daniel no terminó aquí, sino que predijo el levantamiento de la gran potencia militar (barro) de Roma, y llamó la atención a sus dos partes, Oriental y Occidental, con capitales en Roma y en Constantinopla, y representada por las dos “piernas de hierro.” ¡Ciertamente que Roma fue un reino o gobierno de hierro!

En su predicción de las sucesivas potencias mundiales que vendrían y desaparecerían antes de la terminación de este viejo mundo, Daniel solamente mencionó cuatro. Daniel no profetizó una quinta potencia gentil universal. Él, con mas de dos mil años de anticipación, describió exactamente la historia del mundo.

La confianza que puede tenerse a un historiador depende de su exactitud. Daniel fue exacto y, por eso, podemos tener confianza en él, como la tuvo Jesús, quien lo mencionó en el capítulo 24 de Mateo. Este mismo profeta Daniel es quien describe acontecimientos de nuestros días, de los que más tarde hablaremos. Si Daniel por medio de la Divina Providencia, pudo prever y predecir exactamente los mas importantes acontecimientos del mundo que se verificarían durante más de dos mil años, deberíamos confiar en lo que él dice con respecto a acontecimientos todavía por suceder.

Pero, volvamos a lo que él nos dice con respecto a la interpretación de la “imagen.” Cuando el Imperio Romano principió a decaer no había ninguna otra potencia capaz de tomar su lugar para ejercer el dominio mundial. Roma empezó a dividirse en pequeños estados o reinos, y así es que los “pies y los dedos” de la imagen, con la influencia desintegrante del “barro mezclado con hierro,” representan lo ocurrido después del apogeo de la supremacía militar de Roma.

El profeta prosigue diciéndonos que la “piedra, no cortada con mano,” que hirió a la imagen en sus pies y creció hasta llegar a ser una “gran montaña” que llenó toda la tierra representa el reino de Dios, y que este reino será establecido “en los días de estos reyes” o reinos representados por los pies y los dedos de la imagen. También nos asegura que ese reino, el cual será establecido por el Dios del cielo, acabará con todos aquellos reinos en tanto que él permanecerá por los siglos. —Dan. 2:44.

Tenemos ahora ante nosotros la entera visión profética mostrando los sucesivos imperios de la supremacía gentil, principiando con Babilonia y continuando a través de los siglos hasta llegar al derrumbamiento de Roma como imperio universal, y finalmente la destrucción de todo vestigio de gobierno gentil por medio del establecimiento del reino de Dios en la tierra, lo que tendrá efecto “en los días de estos reyes.”

En la amonestación dada por Dios a Israel en cuanto al periodo de “siete tiempos” de castigo, tenemos una indicación de la duración de los “tiempos de los gentiles.” La mayor parte de estudiantes de las profecías bíblicas están de acuerdo en que un “tiempo,” o año, en lenguaje simbólico, significa 360 años literales, y que los “siete tiempos de los gentiles” representan un periodo de 2,520 años, principiando en 606 a.C. y terminando en 1914 d.C.

Debemos recordar que las profecías bíblicas relativas a tiempo indican puntos importantes o cambios definitivos en los asuntos de las naciones y en lo relacionado con el plan de Dios. El fin de los “tiempos de los gentiles” es el año de 1914 d.C., año que fue un punto decisivo entre el viejo y el nuevo mundo, cuando el mundo viejo empezó a morir para dar paso libre al nuevo. Sin embargo, no debemos esperar que acontezcan muchas cosas al mismo tiempo aun cuando ya ha habido tremendos cambios en la organización política y nacional del mundo.

Cambios Mundiales en Progreso

Como ya hemos visto, Jesús dijo que “Jerusalén sería hollada de los gentiles hasta que los tiempos de los gentiles sean cumplidos.” (Lucas 21:24) Por tanto, es de suponerse que al llegar el fin de este periodo debe ocurrir algo que indique un cambio en el estatuto de Israel entre las potencias gentiles. Tal cosa esperábamos. Como resultado directo de la guerra mundial que empezó en 1914, los judíos fueron reconocidos y se les permitió regresar a Palestina para reconstruir su mismo país. Ciertamente que esto demuestra un cambio decisivo en los asuntos de este pueblo el mayor visto por siglos.

Es verdad que en años recientes los judíos han sido más perseguidos, y sus privilegios en Palestina han sido restringidos; pero estas experiencias también están en armonía con las profecías respecto al periodo en el cual el favor divino se manifestaría hacia ellos. El profeta de Dios predijo que serían enviados muchos “cazadores” para hacerlos volver a su misma tierra. (Jeremías 16:16) Y también que finalmente Dios intervendría a favor de ellos para protegerlos de sus enemigos después de haber sido restablecidos en la Tierra Santa. —Jer. 30:3, 5, 11

Los cambios que han ocurrido en el mundo desde el fin de los tiempos de los gentiles en 1914 han sido tan notables que aun hasta afamados estadistas y escritores se refieren al tiempo antes de la primera guerra mundial como el “antiguo orden,” y a la presente era la llaman “periodo de transición” hacia un nuevo orden. Puesto que el fin de la edad no significa el fin de la misma tierra literal, podemos ver que las “señales” pertinentes no deben interpretarse de manera que terminen todas ellas en un solo día. Vemos, sin embargo, que el viejo mundo está terminando y que hay evidencias de que la nueva edad está a la mano.

Este nuevo orden que está por llegar es lo que la Biblia describe como el reino de Cristo, o reino de Dios—el gobierno divino bajo Cristo que suplantará a los presentes gobiernos imperfectos en la tierra. La Biblia aplica muchos títulos al nuevo Rey de la tierra, y uno de ellos es “Miguel,” que significa “quién como Dios.” Este título indica que el nuevo Rey representará a Dios, el Creador. El profeta declara que “el dios del cielo establecerá un reino.” (Dan. 2:44) Este nuevo reino será “para el pueblo,” pero representa a Dios, el Creador, y funcionará por autoridad y con poder divinos imponiendo sus leyes. El pueblo o la gente no tendrá que dar un voto por él y su establecimiento y éxito no dependerán de la sabiduría y habilidad humanas.

Es este Miguel, el Mesías y representante de Jehová, a quien se refiere la maravillosa profecía de Daniel, capítulo 12, en donde se habla de un tiempo cuando “Miguel” se “levantará” para gobernar a todo el mundo; y el profeta indica que los primeros resultados de esto “será tiempo de angustia cual nunca ha habido desde el principio del mundo.” ¿Y quién dirá que no estamos experimentando actualmente por lo menos una parte de esta angustia? Jesús, en Lucas 21:26, citó la profecía de Daniel, capítulo 12, y explicó que a causa de este predicho tiempo de angustia, los corazones de los hombres desfallecerían “de temor y en expectativa de las cosas que sobrevendrán en la redondez de la tierra.”

El Apóstol Pablo nos da una valiosa información concerniente al presente desarrollo de los sucesos en el mundo, particularmente con respecto a la destrucción que amenaza a la humanidad. Primeramente, él menciona los “tiempos y las sazones,” y aun cuando el mundo no se da cuenta del significado de los tiempos en que vivimos, sin embargo, los “hermanos” de Cristo se aperciben. El apóstol indica que cuando los hombres sabios del mundo digan “paz y seguridad,” entonces vendrá sobre ellos repentina destrucción, como dolores de parto a la mujer preñada. —1 Tes. 5:1-4

Todo el mundo se da cuenta de que la agitación general por paz entre las naciones y pueblos de la tierra, y para abolir la guerra, comenzó dentro de los últimos veinte o treinta años. Las sociedades a favor de la paz y las conferencias de paz son organizaciones recientes. Tales esfuerzos fueron desconocidos por las generaciones pasadas. ¿Acaso se debe a la casualidad que, coincidiendo con todos estos grandes esfuerzos a favor de la paz, de repente se haya precipitado la guerra más devastadora de la historia? ¿No es esto una señal evidente del cumplimiento de la predicción del Apóstol Pablo con respecto a la “repentina destrucción” que ha de venir cuando las naciones comenzarán a agitarse para obtener la paz?

Los Espasmos de Sufrimiento Verifican la Profecía

Notemos la manera en que esta terrible destrucción había de venir al viejo orden de cosas: tenía que ser “como dolores de parto sobre la mujer preñada.” Toda madre sabe el significado de esto. Los sufrimientos vienen en espasmos con periodos de alivio. Los periodos sucesivos de alivio se van acortando y los espasmos de dolor van aumentando, hasta que la criatura llegue a nacer. Y así este “tiempo de angustia,” que terminará al nacer el nuevo orden de cosas, se está desarrollando exactamente de acuerdo con esta descripción bíblica.

La Primera Guerra Mundial

Primero, y exactamente al fin de los “tiempos de los gentiles,” vino la Primera Guerra Mundial con todos sus horribles sufrimientos y efectos debilitantes sobre la civilización. La guerra terminó, pero sus efectos continuaron. Esa guerra se creía ser una “guerra para dar fin a las guerras,” pero desde que se firmó el armisticio las naciones comenzaron a prepararse para otra guerra, la que finalmente estalló en 1939.

La guerra de 1914 fue para “preservar al mundo para la democracia,” pero, como resultado de ella fueron formadas dictaduras, y la democracia casi por completo desapareció en Europa. Las naciones se declararon en bancarrota pero al mismo tiempo muchas personas se hicieron millonarias, en cumplimiento de otra profecía que dice que se han “allegado tesoros para los postreros días.” (Santiago 5:3) Ciertamente fue un verdadero “espasmo” que principió de repente y terminó de repente, y abarcó a todo el mundo. Cuando terminó el mundo se sintió feliz— locamente feliz—a lo menos un día, sin darse cuenta de que esa guerra era el primer espasmo de una serie de espasmos destinados a traer un completamente nuevo orden de cosas.

“Alivio” y Más Espasmos

Luego comenzó el “alivio.” La prosperidad fue vislumbrada, y todo el mundo hablaba de “volver a la normalidad.” Sí; el periodo de alivio apareció, y el pulso del pobre mundo parecía volver a lo normal—por lo menos los prósperos médicos políticos así lo decían, y jactanciosamente anunciaban que el enfermo ya estaba completamente restablecido debido a sus expertos tratamientos. ¡Cuán corta de vista es la sabiduría humana! Estos médicos no se dieron cuenta de que los “tiempos de los gentiles” habían terminado, y que los días de los reyes de la tierra habían terminado. Por consiguiente, esperaban la perpetuación del antiguo o viejo orden social.

Entonces, de repente y sin aviso, en el otoño de 1929, comenzó el segundo mayor espasmo¾y como el primero, ése también abarcó todo el mundo. Los valores de las acciones mercantiles disminuyeron en un solo día, y siguieron disminuyendo. Los bancos fallaron, y los negocios declararon la bancarrota. Dejando las arriesgadas acciones mercantiles, muchos depositaron su dinero en los bancos para mayor seguridad, pero únicamente descubrieron que los bancos se vieron obligados a la clausura. Algunos que no confiaban en los bancos compraron oro y lo guardaron en cajas fuertes, o en otros lugares, pero finalmente les fue quitado como medida de emergencia. Millares de fábricas cerraron sus puertas, y miles de hombres y mujeres perdieron sus empleos, resultando en que largas filas de gente se formaron para pedir pan, en casi toda población. Así el pobre mundo comenzó a darse cuenta de que estaba pasando por las angustias de una depresión que causó mayores sufrimientos que el primer “espasmo.”

Otros “Espasmos”

Los “espasmos” de la depresión afectaron al mundo entero, y los médicos de la sociedad se pusieron a atender nuevamente al enfermo. Muchos fueron los remedios que probaron y frecuentemente se anunciaba una “mejoría.” En efecto, en Estados Unidos se decía que la depresión ya había pasado, y sin embargo, era un hecho que había más de dos millones de personas sin trabajo precisamente antes del tiempo cuando se inauguró el tremendo programa de defensa.

Pero, conforme a la ilustración de los “dolores de parto,” los periodos de “alivio” parecían aproximarse más y más, pero antes de que salieran de la depresión vino otra espantosa guerra, una lucha a muerte entre la dictadura y la democracia. La dictadura fascista y el nazismo fueron destrozados, y otro “nuevo orden” fue establecido, pero ¿por cuanto tiempo?

Quienes tienen poca o ninguna fe en las profecías de la Biblia frecuentemente dicen que estos acontecimientos, a los cuales los estudiantes de la Biblia se refieren como “señales del fin” son solamente cosas de la historia repitiéndose a sí mismas. Pero el lector debe darse cuenta de que casi todos los puntos que hemos considerado son acontecimientos extraordinarios en los asuntos del mundo desconocidos en los anales de la historia humana. Esto es especialmente verídico con respecto a la evidencia profética que pasamos a considerar.

Aumento de la Ciencia

En el mismo capítulo 12 de la profecía de Daniel donde el profeta habla del presente “tiempo de angustia” diariamente más severo, se nos da una valiosa información tocante a estos “últimos días” en que vivimos. Daniel llama a este periodo el “tiempo del fin.”

Se ve con mayor claridad ahora que cuando Daniel habla aquí del “tiempo del fin” no se refiere a la destrucción de la tierra, sino al fin de la supremacía de los gentiles en el mundo. Tocante a este periodo el profeta dice: “Muchos correrán de aquí para allá y la ciencia será aumentada.” Estas son simples palabras pero de mucho significado. Es solamente durante la presente generación que la gente realmente ha comenzado a “correr” (viajar) de aquí para allá. Somos un mundo de viajeros. ¿Y por qué? Por cuanto ha habido un gran aumento de conocimiento el cual ha hecho posible nuevos medios de viajar, tal como lo predijo el profeta.

El notable filósofo del siglo 18, Sir Isaac Newton—quien creía en la Biblia—al estudiar esta misma profecía de Daniel llegó a la conclusión de que llegaría el tiempo cuando la gente viajaría a la velocidad de cincuenta millas por hora. Voltaire, el notable incrédulo francés, se burló de Newton por haber hecho semejante predicción, y especialmente por valerse de la Biblia para probarla. Sería bastante interesante saber lo que diría Voltaire ahora si despertara del sueño de la muerte.

Los que hoy viajan por las calzadas a la velocidad de cincuenta millas por hora sirven de estorbo al tráfico ordinario, en tanto que seiscientas millas por hora es una velocidad moderada para un avión. Quienes hoy creen lo mismo que Voltaire que las profecías de la Biblia son absurdas, pueden ver ahora su cumplimiento y les sería bastante provechoso considerar con calma el asunto. Las personas jóvenes de la presente generación parecen olvidar que todas nuestras maravillosas bendiciones de invención y viaje pertenecen a esta generación. Nuestros abuelos sabían muy poco o nada de ellas. En los primeros tiempos del ferrocarril muchas personas decían que era invención satánica para llevarse las almas al infierno.

Si hace cien años un profesor universitario hubiera dicho que vendría el tiempo en que sentados en nuestros hogares sería posible conversar con otras personas a través de los mares o alrededor del mundo sin alambre alguno o sin conexión visible, quienes le escucharan hubieran dicho: “Pobre hombre, qué mal le ha hecho estudiar tanto.” Pero hoy presenciamos ese milagro como cosa común y corriente sin siquiera darnos cuenta que ha venido en cumplimiento de la divina profecía.

Alrededor de ciento cincuenta años atrás no era extraño que algunos de los miembros del Parlamento en la Gran Bretaña no supieran firmar sus mismos nombres en documentos importantes. ¿Qué diremos ahora de un niño de 10 años que no sepa leer ni escribir? Y recordemos que todo este aumento del conocimiento se dijo vendría al tiempo del fin. —Dan. 12:4.

El Juntar de Las Naciones

Consideremos otra profecía relacionada a los tiempos en que vivimos, la cual indica que estamos presenciando las últimas escenas de aflicción y de muerte en el mundo. La profecía dice: “Por tanto esperadme a mí, dice Jehová, hasta el día en que me levante a la presa: porque es mi propósito reunir las naciones y juntar los reinos, para derramar sobre ellos mi indignación, es decir, todo el ardor de mi ira; pues con el ardor de mis celos será devorada toda la tierra.”—Sof. 3:8, 9

El punto en esta profecía que revela el tiempo de su cumplimiento es su referencia a “reunir” las naciones. Todos saben que dentro de las décadas recientes los inventos y el progreso ha juntado a todas las naciones de la tierra de tal manera que ahora ninguna de ellas puede existir en completo aislamiento de otras. Primero, fue organizada la Liga de Naciones. Luego, se tuvo en Inglaterra, en el verano de 1933, la gran Conferencia Económica con representación de sesenta y seis naciones. Aun cuando su objetivo abortó, fue una buena ilustración de cómo la presente “familia de naciones” ha llegado a juntarse en un grupo compacto, independiente, durante el “tiempo del fin.”

Esa conferencia en Londres se efectuó reconociendo el hecho de que a menos de que las naciones pudieran convenir en una política económica y monetaria unificada, toda la estructura de la civilización estaba en peligro de desmoronarse. Pero, nada se arregló en la conferencia, y como resultado, desde entonces ha habido furioso rearmamento, en grande escala, entre las naciones, resultando otra guerra mundial en 1939. Después vino la asamblea de las naciones más impresionante de todos los tiempos, cuando se juntaron en San Francisco para formar un nuevo orden de paz— Las Naciones Unidas.

Sofonías predijo el total fracaso de todos estos esfuerzos de las naciones en estos “últimos días”; y la razón de dicho fracaso es que ha llegado el tiempo para que Dios manifieste su justa indignación en contra del arreglo social egoísta y corrompido—un mundo que pretende profesar su nombre pero deliberadamente ha desobedecido sus leyes.

El profeta declara que la venganza de Dios se manifestará de tal manera que “con el ardor de su celo será devorada toda la tierra.” Si la “tierra” puede ser “devorada” por una “bestia” salvaje—como anteriormente se ha indicado—también puede ser “devorada por el “fuego” del celo de Dios; pero, el lenguaje es solamente simbólico en ambos casos y sin ninguna referencia a la tierra literal o a bestia literal, o a fuego literal.

El simbolismo del “fuego” es muy significativo. Aquí indica la destrucción total del presente y egoísta orden social al cual seguirá el establecimiento del reino de Cristo, para que por medio de él todos puedan tener la oportunidad de volverse a Dios y servirle.

El hecho de que la profecía de Sofonías no se refiere a la destrucción de la tierra literal, ni a las naciones sobre la tierra, está ciertamente demostrado en el versículo 9, el cual dice: “Empero entonces volveré a dar a los pueblos labios puros, para que todos ellos invoquen el nombre de Jehová, sirviéndole de común acuerdo.” (Sof. 3:9) Así podemos ver que la gente no será destruida con fuego, sino que tendrá la oportunidad de volverse a Dios y servirle después de que la simbólica “tierra” haya sido “devorada” por el “fuego” o ardor de la indignación de Dios—el terrible “tiempo de angustia.”



Capítulo VII

LA ÚNICA ESPERANZA DEL MUNDO LA RESTITUCION

La plena restitución de la raza humana a un estado de perfecta salud, felicidad y vida eterna, en un hogar edénico mundial, es precisamente el propósito del Creador según su Palabra. La razón nos indica que así debiera ser. Si Dios creó la tierra para el hombre y el hombre para la tierra sería ilógico suponer que él permita a las fuerzas opuestas de decepción y rebelión impedir sus amorosos designios, o que se viera obligado a adoptar alguna alternativa con el objeto de salvar a unos cuantos de sus súbditos, transportándolos a otro estado de vida.

Cuando Dios creó al hombre y lo puso en su precioso hogar en el Edén, le dijo: “Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sojuzgadla.” Nada se dijo a Adán ni a Eva que cuando murieran irían eternamente al cielo. En realidad, no había siquiera la perspectiva de muerte para ellos en tanto que permanecieran obedientes a las leyes del Creador.

Ellos vivirían en la tierra y no tendrían que morir. También les tocaba “henchir” la tierra—no el cielo—con su progenie. Tratemos pues de imaginarnos las gloriosas e ideales condiciones que se disfrutarían en esta tierra si el pecado y la muerte no hubieran aparecido en escena y el paraíso edénico, original, se hubiera extendido por sobre toda la tierra tal como Dios había dispuesto. Imaginémonos este paraíso mundial lleno de seres humanos perfectos y felices, todos disfrutando una vida eterna y el favor del Creador. Esta gloriosa bendición tendrá que venir a la humanidad en la “restitución” provista por medio de la muerte de Cristo.

Promesas de Restitución

Cuando en un principio Dios dijo que la “simiente” de la mujer quebrantaría la cabeza de la serpiente, significó que los resultados de la obra de muerte, ocasionada por la serpiente, serían destruidos, y que el hombre sería restituido a la condición que perdió por haber desobedecido al Creador. Cuando Dios dijo a Abrahán que por medio de su “simiente” todas las familias de la tierra serían bendecidas, en realidad hizo una promesa de restauración a toda la posteridad de Adán.

Cuando el ángel anunció el nacimiento de Jesús, y dijo: “Porque hoy, en la ciudad de David, os ha nacido Salvador, el cual es Cristo el Señor,” significó que todo el mundo tendrá oportunidad de ser salvo de la muerte y resucitado para obtener la vida aquí en la tierra. (Lucas 2:11) Cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar: “Venga tu reino hágase tu voluntad aquí EN LA TIERRA como se hace en el cielo,” simplemente les recordó el verdadero y final propósito del reino de Dios—la restitución de lo que perdió el hombre. Todo cristiano que profiere esta oración—ya sea que se dé cuenta del significado o no—pide la restitución del paraíso terrenal. —Mat. 6:10

Cuando nuestro Señor y sus apóstoles prometieron a todos los fieles cristianos que serían “coherederos” con Jesús, y que “reinarían con él,” dieron a entender que tendrían participación como simiente espiritual de Abrahán en la gloriosa tarea de dispensar las prometidas bendiciones de restituir la vida a los muertos y suministrar la oportunidad de llegar a la perfección humana. (Apoc. 5:10) Cuando las Escrituras nos dicen que Jesús “por la gracia de Dios gustó (probó) la muerte por todos” da a entender que la pena de muerte, la cual pasa sobre toda persona a causa del pecado original, al debido tiempo será cancelada, para que todos vivan nuevamente y gocen de la tierra perfecta. —Rom. 6:23; Heb. 2:9

Es con el objeto de llevar a cabo esta tarea de restauración que Jesús y los miembros de su iglesia o “cuerpo” serán exaltados a una elevada posición tanto de naturaleza como de gloria. ¡Y cuán grande esperanza de gloria es ésta para la iglesia de Cristo, en vez de la teoría de la Edad del Oscurantismo con respecto a que Dios ha hecho cuanto le es posible para que el mundo se una con la iglesia y así sea salvo del fuego del infierno!

Esta es la gloriosa tarea de restauración o “restitución” que sigue al retorno de Cristo. El Apóstol Pedro dice esto en Hechos 3:19-23. Antes de hacer tal declaración Pedro había sanado a un cojo de nacimiento. Aprovechando este incidente como una ilustración y base para la importante lección que iba a dar a sus oyentes, dijo: “¡Arrepentíos pues y volveos a Dios; para que sean borrados vuestros pecados! para que así vengan tiempos de refrigerio de la presencia del Señor; y para que el envíe a aquel Mesías, que antes ha sido designado para vosotros, es decir, Jesús; a quien es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas que ha habido desde la antigüedad.” Y cuán comprensiva es esta profecía — ¡“la restauración de todas las cosas”! ¡Y cuán diferente es el retorno de Cristo del tradicional “día del juicio universal!”

“Tiempos de refrigerio”—no de tristeza y tormento—vendrán “de la presencia del Señor.” La expresión “presencia” en el idioma griego significa “del rostro.” Esta expresión se funda en la costumbre oriental de dar uno la espalda a otro en señal de desprecio, pero ver a uno de frente indica que se le considera como amigo. ¡Cuán significativa es la expresión según el apóstol la emplea en esta profecía! En el Jardín del Edén Dios dio la espalda a la creación humana por haber desobedecido su ley. El profeta dice: “La vida está en su favor,” pero el hombre perdió el favor divino a causa del pecado, y así como la flor privada de la luz y de la lluvia, la humanidad también está marchitándose y muriendo. —Sal. 30:5

Las Promesas Serán Cumplidas

Pero aun cuando Dios, figurativamente ha dado la espalda a la humanidad por más de seis mil años, sin embargo él ha prometido tiempos de bendiciones y ha estado preparando las cosas prometidas. El retorno de Cristo y el establecimiento de su reino marcan el tiempo en que estas promesas comenzarán a cumplirse. Por eso, el Apóstol Pedro nos dice que entonces Dios “volverá su faz” hacia la humanidad y, como resultado, vendrán “tiempos de refrigerio.”

El apóstol también dice que vendrán “tiempos de la restauración de todas las cosas, de la cual habló Dios por boca de sus santos profetas que ha habido desde la antigüedad.” La vida perfecta en la tierra fue lo que el hombre perdió, y vida perfecta en la tierra le será restaurada. ¿Cómo podrá el mundo ser restaurado al cielo si nunca ha estado en él? Pensemos en ello. Todos los santos profetas de Dios predijeron los tiempos futuros de bendiciones para el mundo angustiado y moribundo. ¿Ha pensado usted alguna vez en florecientes desiertos y en higueras creciendo en el cielo? Estas son cosas terrenales, de las que escribieron los profetas del Antiguo Testamento quienes profetizaron de las bendiciones terrenales de vida y felicidad en el restablecido paraíso.

Cuando el Apóstol Pedro devolvió la salud al cojo tan sólo dio una muestra de la tarea de restitución que se efectuará cuando el reino mesiánico sea establecido. Hablando sobre el particular, el Profeta Isaías dijo que cuando ese reino esté funcionando, “los ojos de los ciegos serán abiertos, y los oídos de los sordos serán destapados; el cojo saltará como ciervo, y cantará la lengua del mudo.” (Isa. 35) Las bendiciones del reino no serán solamente para los infortunados que estén lisiados, mancos, y cojos, sino para todos los que entonces lo deseen. En ese entonces la ceguedad espiritual también desaparecerá porque “la tierra estará llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren la mar.” —Isa. 11:9; Jer. 31:34

El reino mesiánico está simbolizado en las profecías como un “monte” o una “montaña.” Este monte o reino que Daniel predijo crecerá hasta llenar toda la tierra. (Dan. 2:34, 35, 44) El Profeta Miqueas también menciona este monte. Leemos: “Mas acontecerá que en los postreros días el monte de la Casa de Jehová será establecido como cabeza de los demás montes, y será ensalzado sobre los collados, y como ríos fluirán a él los pueblos. Pues caminarán muchas naciones diciendo: ¡Venid y subamos al monte de Jehová, a la Casa del Dios de Jacob! y él nos enseñará en cuanto a sus caminos, y nosotros andaremos en sus senderos; porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová. Y juzgará entre muchos pueblos, y reprenderá a fuertes naciones, hasta en tierras lejanas; y ellas forjarán sus espadas en rojas de arado, y sus lanzas en hoces; no levantará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra. Y se sentarán cada cual debajo de su parra, y debajo de su higuera, y no habrá quien los espante; porque la boca de Jehová de los Ejércitos lo ha dicho.” ¾Miq. 4:1-4

Los Postreros Días/a>

La expresión “postreros días,” según se usa en el pasaje anterior, significa los últimos días o tiempos del reino del pecado y de la muerte en la tierra, y el periodo en el cual será establecido el nuevo y mejor orden de cosas, bajo la directa administración del Mesías. Las alucinaciones de la Edad Media o del Oscurantismo, respecto a los “últimos tiempos,” resultan completamente erróneas al compararlas con ésta y otras profecías. Por ejemplo, en vez de que los “postreros tiempos” indiquen el fin de toda esperanza y oportunidad para arrepentimiento, el profeta presenta un cuadro enteramente opuesto. El dice que entonces Dios enseñará a las naciones sus caminos, y que la gente andará por sus senderos, abandonando sus tendencias egoístas que promueven guerras, y se dedicarán a fomentar y a extender la paz y la buena voluntad—“No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.”

Aun cuando no todos los detalles del nuevo orden o reino mesiánico están revelados en la Biblia, podemos sentirnos seguros de que el mismo poder divino y la sabiduría que rigen los movimientos de millones de cuerpos celestiales en el espacio, asegura la manera en que el conocimiento de la ley de amor será impuesto en todo el mundo cuando termine el presente desastre humano de pecado y egoísmo.

Los simbolismos de lo dicho por Miqueas, por supuesto, se fundan en cosas con las cuales el profeta estaba familiarizado. Las “espadas” y las “lanzas” no están hoy en boga como instrumentos apropiados para la guerra. Al haber sido escrita esta profecía en tiempos más recientes indudablemente hubiera mencionado submarinos, aeroplanos, gas ponzoñoso y bombas atómicas.

De la misma manera la vid y la higuera representan paz y satisfacción, basadas en una adecuada seguridad de las necesidades y comodidades de la vida, las que estarán al alcance de todos cuando el reino de Cristo se halle en completo funcionamiento. Una cómoda casita y dos automóviles serían un concepto moderno de una gloriosa condición.

Otra interesante profecía de los “tiempos de la restauración” fue dada por el Profeta Isaías, capítulo 25. Dice: “Y en este monte hará Jehová de los Ejércitos, para todas las naciones, un banquete de manjares pingües, banquete de vinos sobre las heces . . . bien refinados. Y destruirá en este monte la cobertura de las caras, la que cubre todos los pueblos, y el velo que está tendido sobre todas las naciones. ¡Tragado ha a la muerte para siempre; y Jehová el Señor enjugará las lágrimas de sobre todas las caras, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra! Porque Jehová así lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: ¡He aquí, este es nuestro Dios; le hemos esperado, y él nos salvará! éste es Jehová, le hemos esperado; estaremos alegres y nos regocijaremos en su salvación!” —Isa. 25:6-8

¿Qué más pudiéramos pedir de bendiciones futuras que las contenidas en esta profecía? En realidad será una gran fiesta cuando venga “el Deseado de todas las naciones.” (Ag. 2:7) El “banquete” simboliza la restauración de vida en el reino mesiánico.

La “cobertura” simboliza la influencia cegadora de la “antigua serpiente,” la que entonces será destruida. Desde luego esto será posible por cuanto, como lo dice el Revelador, Satanás será atado para que no engañe más las naciones. —Apoc. 20:1-3.

Y entonces la muerte será tragada victoriosamente. Fue la muerte la que entró en el mundo y destruyó la felicidad de todos. Pero “lo que se perdió” será restituido, y por consiguiente, la muerte será destruida. —Mat. 18:11

En el Apocalipsis 21:4 se nos dice que “la muerte no será más.” La dificultad consiste en que se ha tratado de aplicar todas estas gloriosas promesas terrenales al cielo, sin tener en cuenta que sólo un corto número, los verdaderos seguidores del Maestro durante esta época, tendrán una recompensa celestial. Aquí en la tierra es donde ha reinado la muerte, y por consiguiente, en donde no se verá más la muerte.

¡Y cuán gozosos todos aceptarán las bendiciones de vida y salvación! Notemos lo que dice el profeta tocante a esto: “Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es nuestro Dios; le hemos esperado, y él nos salvará; éste es Jehová, lo hemos esperado, estaremos alegres y nos regocijaremos en su salvación.”

¡Cuántos millones de personas en realidad han deseado tener mejor conocimiento del verdadero Dios! ¡Y cuántos también han pedido a Dios la “salvación” que sólo el puede dar! Sí: el mundo ha estado esperando el favor de Dios; esperando en ignorancia, sin tener la menor idea de cómo o cuándo vendrá. Pero cuando la cegadora influencia de Satanás haya sido destruida, y el conocimiento de la gloria de Dios cubra toda la tierra, entonces el mundo conocerá a Dios y gozosamente se volverá a él de todo corazón.

El Gran Poder de Dios

Nadie debe dudar de las grandes cosas que Dios ha prometido hacer en beneficio de la humanidad. Recordemos que estamos considerando lo que el Todopoderoso y Eterno Creador del universo ha prometido dar. El Dios que en primer lugar creó la vida es abundantemente poderoso para volverla a dar con el objeto de cumplir sus promesas.

Y esta “restitución” incluirá tanto a muertos como a quienes ahora llamamos “vivos” pero que en realidad están moribundos. Esto es lo que la Biblia enseña tocante a la resurrección. Esta maravillosa doctrina de la resurrección de los muertos ha sido falsificada presentándose en cambio la teoría de que la muerte no existe. Pero, ¿cómo es posible que alguien pueda resucitar de entre los muertos si en realidad no estuviere muerto? ¡Cuán difícil ha sido para el mundo entender la simple doctrina de la esperanza de la “restitución” a causa de la creencia tradicional de la inmortalidad del alma! Pero, gracias a Dios, ahora ya sabemos lo que constituye la “salvación”; simplemente significa el despertar de la muerte para ser restaurado a la vida perfecta en la tierra. La Biblia compara la muerte con el “sueño,” del cual hay un despertar al amanecer del nuevo día. El reloj divino que marca las edades está listo para señalar al nuevo amanecer, y aun cuando la oscuridad es todavía bastante densa, el día rápidamente se va acercando, y está muy próximo.

Los profetas de la Biblia predijeron con toda exactitud las condiciones presentes del mundo—las condiciones que habían de preceder el establecimiento del reino de Dios—y las muchas bendiciones que ya se han materializado, muchas de las cuales hubieran sido consideradas imposibles hace unos cuantos años; de manera que no es nada difícil creer que la misma sabiduría y poder divinos que han guiado las predicciones de las cosas que ahora aceptamos como realidades, igualmente han dirigido las predicciones de las mucho más maravillosas cosas que están próximas a llegar.

Regocijémonos pues con la inspiradora esperanza ante nosotros, y que la visión de la futura felicidad nos ayude a soportar con paciencia las tribulaciones del presente. Aunque el reino del pecado y de la muerte ha durado mucho tiempo, sin embargo, para cada persona el tiempo pasa rápidamente, y en su transcurso cada cual edifica fundamento para una provechosa lección. Si nos damos cuenta de que el sabio y amoroso Creador ha permitido que el reino del mal haya venido con el fin de que podamos apreciar mejor a Dios y a sus leyes, podremos esperar con paciencia y orar por la llegada del nuevo día.

Recordemos también que quienes han caído en el sueño de la muerte antes de la llegada del reino divino no perderán las bendiciones del nuevo día por cuanto todos los que están en sus tumbas serán despertados: “No os maravilléis de esto: porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, y saldrán; los que han hecho bien, para resurrección de vida.”— Juan 5:28,29

Pero aun cuando todos en el nuevo día tendrán la oportunidad de allegarse a Dios para recibir las bendiciones de vida eterna, nadie será obligado a aceptar esta dádiva. La obediencia a las leyes del nuevo reino será indispensable y quienes se nieguen a obedecer serán destruidos, según las Escrituras, en la “muerte segunda.”— Hechos 3:23; Apoc. 20:13-15



Capítulo VIII

EL NUEVO ORDEN DE COSAS

Las “Marcas”

“Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será mas; ni habrá más gemido, ni clamor, ni dolor; ¡porque las cosas de antes han pasado ya! Y Aquel que estaba sentado sobre el trono, dijo: ¡He aquí yo hago nuevas todas las cosas!” —Apocalipsis 21:4, 5

Si fuera posible imaginarnos que la tierra en que vivimos, o cualquiera otro planeta o estrella en la ilimitada expansión del universo desobedeciere la ley divina gobernando los cuerpos celestiales, nos sentimos seguros de que tal “anarquía” resultaría en la completa destrucción de dicho planeta o estrella. La razón por la cual los hombres de ciencia pueden predecir con exactitud el día, la hora, los minutos, y hasta los segundos de un eclipso solar con años de anticipación, es porque saben que las órbitas de los planetas en el espacio están sujetas a ciertas y definidas leyes en las cuales pueden depender para pronosticar resultados exactos.

¿Sería acaso razonable suponer que el hombre, la criatura terrenal más elevada formada por Dios, y la única que tiene una conciencia más o menos en armonía con los principios del bien y del mal, dejaría de estar sujeto a las leyes divinas? Fue la desobediencia del hombre a la ley de Dios la que lo sumergió en un lodazal de penas, sufrimientos, y muerte. Por consiguiente, solamente por medio de la obediencia a la ley divina será que la humanidad podrá volver a obtener el favor de Dios y las bendiciones de vida, salud y felicidad perdidas a causa del pecado.

Sin embargo, nadie imagine que cualquier esfuerzo tendiente a obedecer la ley de Dios, aparte de otras consideraciones, pudiera restituirle el favor divino. No. La ley de Dios fue violada por el perfecto hombre Adán, quien poseía el conocimiento y la habilidad para hacer lo bueno pero que desobedeció y, por tanto, se hizo acreedor a la sentencia de muerte. Los descendientes de Adán, a causa de esa desobediencia, son hijos de un hombre moribundo y por ello han nacido imperfectos y sujetos a la muerte. Por eso, el hombre en su condición débil y moribunda no puede guardar la ley de Dios, y no le es posible salvarse por sus propios esfuerzos.

Las Escrituras dicen que “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que crea en él no perezca, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Esto demuestra que solamente en Jesús estriba toda esperanza de salvación. El se dio en rescate y para la redención del hombre, y para hacer esto, Jesús fue “hecho carne,” y sufrió. Un hombre perfecto pecó, y por consiguiente, se hizo necesario que otro hombre perfecto viniese a ser el Redentor. Esto precisamente fue lo que hizo Jesús. Pero aun cuando Dios, a causa de su amor por la humanidad, envió a Jesús a morir como hombre y proveyó de esa manera la liberación de la muerte eterna, el sólo asentir mentalmente a esta verdad vital no salvará a nadie, ya sea ahora o cuando el nuevo reino sea establecido. ¿Qué es, pues, lo que Dios requiere?

Dios dio su ley al pueblo de Israel en los Diez Mandamientos. Estos mandamientos constituyen la base de las leyes más civilizadas hoy día. Jesús resumió estos mandamientos en dos partes principales: Amor supremo al Creador, y amor al prójimo como a nosotros mismos. Este último requisito está comprendido en lo que recibe el nombre de Regla de Oro. Estos dos mandamientos principales constituyen el fundamento de toda verdadera justicia, y nadie, ya sea ahora o en la era futura, podrá estar en armonía con Dios en tanto que ignore esta ley o se niegue a ser gobernado por ella.

Hasta ahora el egoísmo ha prevalecido. A juzgar por las apariencias externas, el egoísmo ha sido provechoso y necesario. Muchas veces ha acontecido que quienes no cuidaron sus intereses personales se han quedado en el camino, sin esperanza de adquirir lo deseado. El profeta de Dios, Malaquías (3:15) dice: “Ahora llamamos dichosos a los soberbios; decimos también que medran los que obran maldad, y también que los que tientan a Dios son librados.”

El Amor Reemplazará al Egoísmo

Durante los pasados seis mil años Satanás ha sido el capataz de la humanidad, rigiéndola por medio del egoísmo. Con el establecimiento del nuevo reino, el orden de cosas será invertido. Entonces, Jesús será el gobernante, y el amor será preferido y recompensado en cambio del egoísmo.

Entonces, vendrá el verdadero cumplimiento de la preciosa profecía angelical: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad entre los hombres.” Pero este cambio, del egoísmo al amor, no vendrá de repente. El profeta indica el método gradual por medio del cual el mundo será instruido en la ley del amor, con las palabras: “Cuando tus juicios están (estén) en la tierra los habitantes del mundo aprenden (aprenderán) justicia.” —Isa. 26:9

Los “juicios” mencionados por el Profeta Isaías coincidirán con la dispensación de las bendiciones del reino. Pero esto no es como se dice con respecto al tradicional “día del juicio” con el que la gente ha sido asustada para que se una a alguna de las denominaciones religiosas. El sistema de instrucción en la rectitud, en el nuevo reino, será tan perfecto que el profeta dice que la ley de Dios será escrita en los corazones de la gente. —Jer. 31:33

Las Futuras Bendiciones

Con el objeto de poner en práctica la ley de Dios nadie necesita esperarse hasta que el nuevo reino sea establecido. ¿Qué nos impide que ahora mismo hagamos un sincero esfuerzo por amar a nuestros semejantes como a nosotros mismos? Y hay tantas maneras de hacer bien a otros—cosas que están al alcance de todos nosotros. No cuesta nada sonreír, o decir alguna palabra que alegre o consuele, o de alguna otra manera participar con otros la alegría que reina en nuestros propios corazones. Debemos comunicar a otros cuanto sepamos del amor de Dios según está revelado en su Palabra. No hay mejor manera de consolar a los afligidos que hablándoles del mensaje del reino mesiánico que pronto será establecido.

Hoy día, comparativamente muy pocos de los millones de seres humanos en la tierra no están afligidos por una u otra de las innumerables enfermedades que atormentan a la humanidad, pero viven en casi continuo temor del tiempo en que ellos mismos lleguen a encontrarse entre los afligidos. A causa de los temibles aspectos de la pobreza, enfermedades, bombas atómicas, etc., que amenazan a este mundo egoísta, los corazones de los hombres están llenos de temor, y esto echa a perder la más leve felicidad que de otra manera algunos podrían disfrutar. Pero, en el nuevo mundo, cuando el reino de Cristo sea establecido, aun hasta el temor desaparecerá. La promesa dice que nada será permitido que haga mal, o daño, en todo el santo monte o reino (Isa. 11:9). ¡Cuán dichoso será el día cuando a los afligidos les sean enjugadas sus lágrimas, y la causa de ellas sea destruida al finalizar la obra del nuevo reino! —Isa. 25:8

¡Cuán glorioso privilegio tenemos ahora de decir al mundo estas buenas nuevas según se nos presente la oportunidad! Cuando vemos la aflicción reflejada en nuestros semejantes, “a causa del temor y en expectativa de las cosas que sobrevendrán a la redondez de la tierra,” recordemos que el Señor nos invita a decir a los de corazón tímido: “Confortaos, no temáis; he aquí que vuestro Dios viene con venganza, con pago, el mismo Dios vendrá y os salvará.” —Isa. 35:4

Nada mejor pudiéramos hacer ahora, para mostrar nuestro agradecimiento a Dios por la esperanza de su reino que nos ha dado por medio de su palabra, que hablar a otros. No podemos detener el furioso ímpetu de un mundo egoísta hacia el inevitable precipicio de la destrucción, pero sí podemos decir a cuantos nos quieran escuchar que Dios va a establecer, dentro de poco tiempo, un nuevo mundo, cuando el egoísmo haya destruido “este presente mundo malo.” (Gál. 1:4) Así podremos ser embajadores del nuevo reino, y, desde el punto de vista de la fe en el cumplimiento de las promesas de Dios, podremos tomar nuestro lugar al lado de los descritos por el profeta diciendo a Sion: “¡Tu Dios reina!” —Isa. 52:7; 61:1-3